Rieleras y juanes desde el periodismo social y la cultura de derechos humanos tengo la aspiración de que se recupere el equilibrio mundial en materia de líderes dignos de seguir por la comprensión, la sensibilidad y el respeto que muestran a este planeta y quienes lo habitamos con aspiración de hacerlo en equidad de circunstancias.
No soy religiosa, ya me conocen. Pero me entristeció el deceso del papa Francisco. Un hombre que enarboló y puso manos a la obra en la revisión de los actos de injusticia que algunos miembros poderosos y encumbrados de la Iglesia Católica han cometido a lo largo de la historia en contra de los más débiles como la niñez maltratada, las mujeres, las personas no heterosexuales, los migrantes y los refugiados.
El origen latinoamericano de Francisco, proveniente de un contexto de fuertes contrastes económicos y políticos, hizo su trabajo en la formación de un ser humano que optó como camino la religión sin olvidarse del sentido social de abatir las injusticias, a pesar de las presiones de los ricos y poderosos, sean gobernantes, empresarios o altos prelados.
Esta carencia de líderes comprensivos del otro hoy más que nunca se siente con las voces internacionales de amenazas arancelarias constantes desde Estados Unidos y de guerras indefendibles, pero que continúan por constituir una perspectiva de beneficio a países más ricos y poseedores de mejores armamentos como Rusia e Israel, en perjuicio de otras entidades más débiles como Ucrania y Palestina, respectivamente, cuya desgracia geográfica, y poco respeto a la historia del logro de su libertad e independencia las ha llevado a sufrir el impacto de los intereses de expansión de sus vecinos sin escrúpulos.
Nos hacen falta más dirigentes como José Mujica el austero ex presidente de Uruguay. O ideólogos y políticos como el que fuera candidato presidencial independiente de Chile en 1993, Manfred Max-Neef. Ambos en su trabajo reconocían las necesidades de muchos y las inconsistencias de una economía que en su afán de crecimiento constante arrasaba con los contextos de vida de los más pobres, incluido el medio ambiente.
Jorge Bergoglio y Manfred Max-Neef coincidían en el reconocimiento del peligro del cambio climático, como no lo hacen otros dirigentes con afanes de enriquecimiento que rayan en lo irracional, sin entender que no hay territorio, política, economía o religión que pueda subsistir si no hay planeta que los albergue.
Más como Francisco, por favor.
