Rieleras y juanes, vivir hoy para escribir mañana pareciera el reto de muchos y muchas que nos dedicamos a la expresión de las ideas en un contexto complicado, por los intereses que se han construido con las prisas del coexistir contemporáneo que atropella y arrebata porque la máxima maquiavélica de “el fin justifica los medios” pareciera ser el referente filosófico patente y práctico.
Hace un par de meses un estudiante de periodismo se acercó a mi molesto, porque la carrera no correspondía a su meta profesional. Me decía que en él había hecho mella la filosofía de aquel Maquiavelo del siglo XVI que aconsejaba al Príncipe sin menoscabo del temor, la violencia y la crueldad que podría infringir un gobernante con tal de dominar a toda costa a su pueblo.
Le molestaba que la capacidad de influencia que él buscaba a través de su formación como periodista no era tan definitiva como él la esperaba, pues así se lo habíamos hecho saber sus profesores no sólo de ética y deontología, sino también de manera repetida en otras asignaturas vinculadas a la producción informativa en sus diversos formatos, plataformas y mediaciones.
Filosofía de Maquiavelo
La charla con el joven, lo llevó a entender que la filosofía maquiavélica no es compatible con la visión humanista de nuestra Universidad –ni de muchas universidades- ni con la filosofía de formación para la paz que prevalece actualmente, aparejada y guiada, por ejemplo, por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen metas que se entrelazan para erradicar la pobreza, proteger nuestra Tierra y que la prosperidad sea para cada persona habitante de ella.
¿Qué es lo que ha hecho que el pragmatismo recalcitrante que nubla la percepción de los derechos de los otros se haya apoderado de este y muchos otros jóvenes y adultos contemporáneos de nuestra época?
¿Por qué nos importa tanto acumular, ser reconocidos como exitosos por lo que tenemos y no tanto por lo que somos?, y lo que es peor, ¿por qué estamos dispuestos a pasar por encima de los demás para obtener lo que nos han dicho que debemos tener como símbolo de una vida que otros nos puedan envidiar?
La vida
Vivimos una cultura de la prisa, de la respuesta inmediata y de los resultados automáticos porque hemos confundido eficiencia y eficacia con calidad de vida.
La vida fluye y en ese mar vamos las personas, las que nos alimentamos de ella y la disfrutamos, pero también las que nadan y transitan por sus aguas viéndola como un medio para llegar a un fin… olvidando que la vida es un fin en sí misma.
Detenerse a contemplar la vida es buena idea cuando la vorágine de la cotidianidad nos absorbe y parece ocultar lo importante con lo urgente, y esto no solo aplica para cualquier oficio, profesión o actividad, seamos estudiantes, trabajadores en casa, oficina o el campo, aunque seamos periodistas y por supuesto, también aplica para políticos y gobernantes.