Por: La Marea | Alianza De Medios
Veracruz, México. 27 de febrero 2023 (Letra Fría) .- 1951 don Constancio Torres, habitante de El Viejón, municipio de Actopan, Veracruz, pidió a un peón que edificaba cimientos, utilizar para la tarea una piedra de considerable tamaño que se asomaba del suelo y dificultaba el paso en el patio trasero de su casa. En la labor se percataron de que estaba tallada y tenía relieves.
Siete décadas más tarde, en enero del 2023, fue retomado el estudio arqueológico de aquella roca que dificultaba el paso y ya detonó el hallazgo de sitios prehispánicos. Uno de ellos resultó ser el asentamiento olmeca más al norte, con relación a su área nuclear.
En aquel entonces dieron parte a las autoridades competentes y se desarrolló una excavación a cargo del arqueólogo Alfonso Medellín Zenil; fue él quien determinó que se trataba de un monumento, sin lugar a dudas, de estilo olmeca y el “más antiguo del Horizonte Preclásico de la Costa Atlántica”.
Era la estela más al norte, y en la Costa del Golfo, si se tomaba como referencia el corazón de la también llamada cultura madre o primera civilización de Mesoamérica —cuya antigüedad es de más de tres mil años—: a unos 400 kilómetros de distancia del hoy sur de Veracruz y extremo noroeste de Tabasco.
La pieza fue resguardada en el Museo de Antropología de Xalapa (MAX) y, como ya se citó, pasaron más de 70 años para retomar su estudio, así como las incógnitas que suscitó.
De la estela queda escasa memoria en su lugar de origen: “La recordamos muy poco, no se ha dado a conocer la importancia de lo que a veces los antepasados nos han dejado”, compartió un habitante de El Viejón, don Eduardo Domínguez Osorio, quien tenía 10 años cuando ocurrió aquel suceso fortuito; además, este lugareño fue trabajador en posteriores excavaciones dirigidas por Medellín Zenil en la zona, aunque no tuvieron resultados igual de significativos.
De ello compartió a La Marea en el solar de su casa. Ahí, como en todo el poblado, deslumbra la vegetación tropical y da la sensación de que nace sola, pese a ser una tierra cuarteada: matas de variados plátanos, árboles frondosos de almendros y mangos, otros más cargados de jícaras, así como palmeras luciendo cocos.
Mientras don Eduardo hacía memoria, su esposa cocinaba hábilmente en un fogón al aire libre. Con una mano atendía lo que calentaba en la olla de peltre, rodeándole con una cuchara, y con la otra alimentaba las llamas con escasas varas, delgadas, crujientes, sumamente secas, que evidenciaban la labor de los rayos del sol, aún siendo plena temporada de invierno.
Es la temporada en que los árboles que nombran “amor de un rato” están cundidos de carnosas flores amarillas. Pero el monumento no fue amor de un rato, lo recuerdan escasamente porque casi enseguida del descubrimiento fue trasladado a la capital del estado, llevándose de ahí el nombre: La Estela de El Viejón.
El hallazgo ocurrió en la comunidad El Viejón Viejo, pues también existe el Nuevo. Ambas están contiguas y muy cerca de la playa Chalchiucueyetl, como la conocían en la época prehispánica, o Villa Rica, como fue llamada por el conquistador Hernán Cortés, aquél Viernes Santo de 1519.
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