Por: Lourdes Cano Vázquez
Guadalajara, Jalisco; 12 de junio de 2019. (Letra Fría) Norberto fue noticia, lamentablemente porque fue secuestrado y asesinado; su caso tomó notoriedad en los medios como pocos, y digo como pocos porque en este momento, sin temor a equivocarme, debe de haber cientos de personas en todo el país en su misma situación: secuestrados, desaparecidos, o muertos.
Quién sabe qué es eso que logra que un caso entre miles cobre relevancia en medios de comunicación o entre la sociedad civil, algo les conmueve o les provoca empatía. ¿Cómo saberlo?
El caso de Norberto duele, porque al igual que muchos jóvenes desaparecidos, era uno de nosotros de los ciudadanos que salimos todos los días a trabajar o a estudiar; su familia había decidido que estudiara en la Ciudad de México porque su natal Chihuahua les parecía peligrosa, que ironía tan desgraciada.
Entre tantos y tantos, que aparecen en un predio, en una fosa clandestina, en una finca abandonada, al lado de un camino, colgados en un puente, enterrados en un patio, o en un tráiler refrigerado; ¿Cómo hacer de cada uno de ellos una noticia, cómo lograr que las autoridades volteen a verlos y se conmuevan con el dolor de sus familias como conmueve la familia de Norberto?
Hace años, el secuestro y homicidio de Hugo Alberto Wallace puso de frente al país ante una realidad de la que no pudo reaccionar, casos emblemáticos los ha habido por montones desde entonces, muchos de esos cobraron notoriedad por tratarse de familias poderosas, pero cuántos más han quedado en el olvido, y con ellos, cuántas familias enteras quedaron en la incertidumbre.
Ya una vez que se convierten en víctimas, pierden clase social, educación, apellido; son iguales, se vuelven cifras. Pero a pesar de cualquier circunstancia, merecen respuestas y merecen justicia, no importa cómo se llamen.
MA