Rieleras y juanes, un suceso de suicidio no es noticia desde el punto de vista periodístico profesional, y seguramente muchos de ustedes lo saben y lo celebro, pero otros quizá no. Digo esto porque siguen apareciendo publicaciones que pretenden ser noticiosas con este tipo de contenidos que no son útiles. Y la información que no le sirve a nadie, no es periodismo. Alimentar el morbo vende, pero no es periodismo.
El periodismo es una actividad que sustenta la elección de sus contenidos en el cumplimiento de los factores de interés periodístico o valores noticiosos. Una certeza teórica básica que se enseña en las aulas, y que los buenos periodistas aplican un día y otro también a tal grado que llegan a constituir algo inherente al ejercicio profesional y parte de la sensibilidad social de la piel de cada periodista. La amalgama que da sentido y coherencia a la oportunidad periodística es la ética.
El sentido periodístico ayuda a encontrar el ángulo de interés general de los sucesos al aplicar los valores noticiosos, es por ello que una noticia sobre un suicidio es limitada, y lo digo en los dos sentidos: tanto porque se circunscribe a los partes policiacos, como porque su presentación de contenido es raquítica y mezquina.
Un suicidio no es actual, porque dolorosamente se ha convertido en parte de la cotidianidad de una sociedad enferma que adolece en muchos sentidos de salud mental. Hablar de esta carencia social es pertinente y necesario, pero ello depende de una investigación periodística que incluya voces expertas de académicos, científicos e investigadores sociales y no los datos de un parte policiaco.
Un suicidio es un conflicto, pero no es de valor periodístico en tanto que el acontecimiento atañe solamente al círculo familiar y es parte de la intimidad que hemos de respetar los periodistas respecto de las personas que han tomado una decisión y sus allegados.
La expectación que genera un suicidio es morbosa y tampoco tiene valor periodístico no solo por el contenido, sino también por el sentido de ética periodística que sobre todo ha de ser ejemplo del respeto a los otros.
La pérdida de una vida humana no es una hazaña, y tampoco es digna de humorismo. No hay magnitud en ello porque el alcance de esta personalísima decisión solo atañe a la persona y a su familia. A los demás lo que nos queda es respetar, no juzgar y tratar de ser mejores personas con los otros.
Si periodísticamente buscamos hacer tributo a la persona que tomó la decisión de terminar con su vida, lo que toca es hacer una semblanza de la vida de la persona, no de su muerte, porque no es congruente, no es justo, no es ético y tampoco es humano.
