Por: David Chávez Camacho
Autlán de Navarro, Jalisco. 25 de abril 2018. (Letra Fría). – Los mexicanos –y las mexicanas, por supuesto-, observaron el reciente debate de candidatos a la presidencia de la República. Mi preferencia quedó tal cual, pero no quiero hablar de ello, pues cada quien tendrá su propia percepción y sus propias razones respetables para optar por una u otra oferta de campaña.
Prefiero mejor reflexionar sobre algo que el debate me confirmó y que ya había notado desde hace tiempo en nuestro país. Hay una dificultad de hablarnos y de escucharnos, de comunicarnos, porque antes hay una dificultad tremenda de nombrar.
Pareciera que, se diga lo que se diga, nadie logra decir gran cosa. Pienso que eso se debe a la gran diferencia o contradicción entre los valores y los hechos. Esto que digo no es nuevo, siempre se ha notado en mayor o menos grado. Pero actualmente la situación se ve peor: los valores parecen olvidados y los hechos parecen fuera de control.
El problema con los valores es que se les tiene presentes y se les respeta cuando se tiene algo qué perder, como familia, amigos, comunidad, patria, soberanía, propiedad, etcétera. Digo que es un problema porque ahora anda por aquí y por allá la sensación de que se nos reducen los bienes a perder, ya perdidos.
Tal sensación es cierta, pues una familia que lo ha perdido casi todo, la casa, el pequeño negocio, el empleo, la seguridad social, el arraigo comunitario, etcétera, siente de manera posiblemente inevitable que los valores sociales son sólo palabrejas sin referente real.
El asunto es mucho peor para quienes han perdido a algún familiar o ser querido en manos de la delincuencia, desaparecido o en cualquier situación similar. Ello es terrible y debe ser o totalmente decepcionante o totalmente motivante para intentar cambiar la situación actual, como quien exige al grito de ¡ya no más!
En una situación así, ¿qué puede decir un candidato? Estoy seguro de que en casos como éste, importan menos las palabras que los hechos. Y he ahí el problema que en sus campañas enfrentan algunos candidatos.
En situaciones tales, importa más el hecho de ser una persona real, que se muestra como es, con sinceridad, que un rollo de palabras dizque estratégicas.
Las mexicanas y los mexicanos estamos hambrientos de sinceridad, de honestidad, para empezar a hablar de justicia con verdadera confianza. Sin confianza en las instituciones y en las autoridades, México no podrá resolver sus problemas terribles.
Los ciudadanos necesitan recobrar la confianza social, por eso el movimiento general debe ser hacia la sinceridad.