Por: David Chávez Camacho
Autlán de Navarro, Jalisco. 25 de enero del 2021. (Letra Fría).- Las próximas campañas electorales serán virtuales, debido a la pandemia de COVID19. Lo anterior es casi una obviedad que vale la pena expresar, pues quizá no falte el candidato que se salte las medidas preventivas y vaya de casa en casa o convoque a mítines.
Sin embargo, el momento histórico que nos ha tocado vivir con la pandemia podría significar mucho más que una coyuntura de salud pública en estricto sentido técnico. Pero, para que signifique más, todos debemos significarla de manera trascendente.
Un significado mayor provendría de nosotros. Somos los seres humanos quienes atribuimos significado a los hechos y a las cosas. Significar es arbitrario, pero expresa pensamiento. El asunto es revisar cómo es que pensamos a la pandemia y sus efectos.
Algo que no se debe olvidar, son las palabras y frases cuya manifestación en la opinión pública fue originada por la pandemia, por ejemplo, el adjetivo “esencial”, que reivindicó el valor de trabajos como el de médico, enfermera, paramédico.
No se trata aquí de debatir ya si tales profesiones son esenciales o no, pues es de lógica elemental que efectivamente lo son. Al referir ese uso del adjetivo, se trata de no olvidar tal revaloración.
Y no está demás, en ningún sentido, recordar la frase de “nueva normalidad”, es decir, una normalidad diferente. Lo normal es lo habitual, lo acostumbrado y legalizado. La normalidad es el “así son las cosas”, el “es nuestra costumbre”.
Y la necesidad de nuevos hábitos, nuevas costumbres, incluso nuevas leyes, no tiene que ver con el virus SARS-COV-2, sino con el redescubrimiento de que hay enfermedades sociales, las que tienen a las condiciones sociales entre sus causas, condicionantes y efectos. Con tales enfermedades, el comportamiento individual tiene efectos compartidos.
Detrás de esos aspectos sociales está el redescubrimiento de que lo que afecta a uno, tarde o temprano afecta a todos, o por lo menos a otros en el entorno. La pobreza de uno o de unos, afecta a otro o a otros, de una y mil maneras. La pobreza o la inequidad o la corrupción, o cualesquier condición positiva o negativa.
El asunto de esta reflexión con generalidades, nos lleva a una pregunta. La de qué es lo que podrán aportar la política y los políticos para la construcción de una “nueva normalidad”, no sólo nueva, sino mejor.
Tal aportación, si fuese el caso, tendría que manifestarse en los contenidos y las formas de las campañas electorales por venir. Si estas campañas repiten lo mismo, lo habitual, lo acostumbrado, serán una total bobería, además muy costosa.
Hasta el momento, la política ha sido un estorbo en la atención a la pandemia. Ha sido un problema. Eso no podemos percibirlo como normal. Así que, pasadas las elecciones, una “nueva normalidad” tendría que incluir una política nueva.
¿Es mucho pedir?
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