Esta semana, David Chávez Camacho respalda las protestas feministas y nos recuerda la crisis de violencia de género que sufrimos en México.
Por: David Chávez Camacho
Autlán de Navarro, Jalisco. 4 de diciembre de 2019. (Letra Fría) El 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Los datos registrados por el INEGI revelan que la muerte violenta de mujeres se duplicó en 2018 respecto a 2017 y 2016 en todo Jalisco.
No son solo datos, por supuesto, sino realidades que destrozan familias, comunidades y a la sociedad en su conjunto. Pero, primero y sobre todo, se trata de mujeres violentadas, victimizadas, agredidas, asesinadas, convertidas en “datos”.
Las mujeres que protestan por estas circunstancias tienen la razón. Tanto así que ni siquiera necesitan que aquí se diga. Vaya, ellas no requieren de la “aprobación” de nadie, mucho menos la de un columnista, para colmo hombre. Incluso no se trata de que tengan razón o no, y de que ello sea observado; lo que tienen es enojo, rabia, hartazgo.
En cambio, lo que carece de razón alguna es el escándalo de quienes reprueban a las mujeres que realizan pintas sobre muros y monumentos con el fin de llamar la atención y de despertar a quienes aún no toman nota de la gravedad del asunto: violencia hasta el asesinato. Es increíble que todavía haya quienes no sienten la urgencia de resolver un problema tal.
Con los monumentos se tiene un fetichismo propiciado por los discursos institucionales. Como una ironía, quienes desarrollan y viven de tales discursos se profesionalizan en la administración de panteones oficiales, de héroes convenientemente glorificados.
No es tampoco que la violencia sin sentido pueda servir de algo, pero la leve violencia ejercida por las mujeres manifestantes tiene muchísimo sentido. Además, expresa el hartazgo que todas y todos los mexicanos sentimos desde hace décadas.
Los gobiernos, mientras tanto, se han revelado como muy capaces de limpiar monumentos, aunque los dañen aún más; pero, al mismo tiempo, se revelan totalmente incapaces de influir positivamente en la solución del problema mayor, el de la violencia general, especialmente la violencia machista en contra de mujeres.
Cada ser humano es un monumento del ser; monumento vivo, además, de carne y sangre, y no debería ser tan fácil mancharle de muerte. Es eso lo que las mujeres gritan visualmente al lanzar pintura contra monumentos de mármol frío, tan frío como la conciencia de la nación.
Por cierto, no tratamos aquí de un problema lejano. El INEGI revela que la zona conurbada de Guadalajara es la que registra la mayor cantidad de muertes en mujeres, pero por lo que respecta a regiones, los puntos rojos son Altos Norte, la Ciénega y la Costa, regiones donde se encuentran Lagos de Moreno, Puerto Vallarta, Ocotlán, La Huerta y Cihuatlán, municipios con el mayor registro.
LL/LL
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