Del sueño al imperio: Ana Silvia Martínez

Conoce a Ana Silvia Martínez, ella es una #CientíficaEnRegión. Tiene más de medio siglo de vida y se ha dedicado por casi 40 años a la ciencia; gracias a su talento y determinación es ahora, una de las químicas y empresarias más importantes en Jalisco.

Foto: Ana Silvia Martínez.

Por: Vianney Martínez Pérez

Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de febrero de 2023. (Letra Fría).- El siglo XX fue una de las épocas más complicadas para ser mujer en México; desde el siglo XIX, las mujeres mexicanas tenían un papel impuesto socialmente: ser hijas, madres y esposas. Eso cambiaría en el año 1900 con las guerras, revoluciones y movimientos sociales que se gestaron en el país y que permitieron que el género femenino abandonara las labores domésticas y los roles establecidos para luchar por posiciones en campos dominados por los varones, como las artes, la medicina, la ciencia y la tecnología. Estos cambios impactaron en las ciudades más importantes de la nación, y también permearon en las provincias o poblados pequeños del país, como Autlán.

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Ana Silvia, tiene más de medio siglo de vida y se ha dedicado por casi 40 años a la ciencia; gracias a su talento y determinación es ahora, una de las químicas y empresarias más importantes en Jalisco y esto es motivo de reconocimiento y admiración.

Ana Silvia Martínez Ramírez nació un día de abril de 1962 en el entonces Autlán de La Grana. A ella no le gusta que le digan «Anita» o «Silvia», prefiere y agradece que le digan como aparece registrado su nombre en su acta nacimiento, tanto así, que construyó un imperio con su nombre: es dueña y líder de una cadena de laboratorios clínicos en la región Sur y Costa Sur del estado: Laboratorios Ana Silvia Martínez.

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Luego de un paseo por su laboratorio en Autlán, Ana Silvia me lleva a un lugar más tranquilo, donde podamos platicar sin el silencio incómodo del área de muestras, el tecleo apresurado de los chicos del equipo de marketing, y, el «buenas tardes, ¿en qué le puedo ayudar» que se escucha constantemente en la sala de espera.

-«¿Gustas un té?»– Me preguntó Ana Silvia, tras parar de repente una serie de pasos apresurados. Acepté.

Delgada, bajita, de cabello castaño claro y con unos lentes de armazón fino, la mujer rápidamente me sirve en un vasito desechable, para continuar su camino hacia una habitación considerablemente pequeña, comparada con el resto de su laboratorio.

Foto: Ana Silvia Martínez.

El inicio del legado

Hay tantos adjetivos que caracterizan a Ana Silvia, pero si tuviera que elegir uno distinto diría que es impredecible. Jamás imaginé que la dinámica de entrevistarla fuera tan peculiar: primero sugiere que se le tomen fotografías con fuentes de luz artificial; pide que se grabe la conversación con micrófonos de alta gama; y me confiesa que no pensó que tuvieramos una conversación en persona, sino que respondería mis preguntas por WhatsApp.

Cuando llega la calma empiezo a conocer quién es ella. La ciencia es más que un negocio, para la química veterana, es una manera de comprobar cosas o refutarlas con el fin de adquirir sabiduría. Desde pequeña Ana Silvia ha sido firme con sus decisiones; relata que un hombre que la conoció en la infancia, amigo de su padre, le contó que desde niña había revelado su destino: mientras ella jugaba, él se le acercó a preguntarle que quería ser de grande y ella le contestó que quería ser química.

La química es un destino que jamás ha podido evitar. En la escuela, la joven Ana Silvia destacó no solo por su desempeño académico, sino también por siempre cuestionarse a sí misma y a los demás el porqué de las cosas. Eso su papá no lo comprendió al principio, un hombre originario de los Altos de Jalisco, que terminó viviendo en la calle Corona Araiza en Autlán, lugar en el que confrontó la disparada idea de Ana Silvia de cursar la universidad en la capital del estado.

Al señor Martínez le asustaba que su hija, quien vivió rodeada bajo la protección de sus hermanos varones, hubiera elegido convertirse en Química Fármaco bióloga en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Guadalajara.

«Mi papá me dijo: «no, no te puedes ir ¿Cómo vas a estar sola y lejos de tu familia? Claro que no» y yo le contesté: «Si quiere póngame un policía, pero de que me voy, me voy. Y no más así me dejó», recuerda con una risa al final.

Foto: Ana Silvia Martínez.

A Ana Silvia le gusta reconstruir conversaciones, repetir lo que alguna vez las personas le dijeron.

La vida universitaria de Ana Silvia presentó desafíos como los de cualquier foráneo: ansiedad y depresión; pero también el estrés de las prácticas de laboratorio, experimentos, revolturas de sustancias, fenómenos precipitados, solutos, solvencias y otras situaciones por las que pasan los científicos. Fue en la década de los 80’s del siglo pasado cuando la autlense terminó su licenciatura.

-«A pesar que fui de los mejores promedios yo no iba a regresar sin mi título, era lo menos que podía hacer por mi familia que tanto me apoyó. Así que, como todo egresado inexperto, no conseguí trabajo de lo que estudié y tuve que tomar otro empleo», suspiró.

Una amiga le consiguió empleo en una cremería, aunque no era su trabajo ideal, la química aprovechó el espacio para curiosear y no dejar su pasión de lado, así que aprendió a cómo conservar los lácteos según el método científico. El tiempo hizo lo suyo, y la empresa Algodones Absorbentes América la contrató como química en el área de control de calidad, hasta que decidió volver a su tierra natal.

-«Yo ya estaba harta de vivir allá, en cuanto pude me regresé. La cuestión es que yo quería trabajar en un laboratorio químico, y al final lo conseguí, estuve en el Hospital Regional de Autlán», platica.

Con horarios inestables y mucho trabajo que hacer, sus compañeros en la Secretaría de Salud le sugirieron que, por su capacidad y calidad en la entrega de sus análisis, abriera un laboratorio clínico dirigido por ella misma.

-«Algo sentí, porque siempre me vi de dueña y jefa, el problema aquí es que yo no tenía dinero. Entonces fue cuando me asocié con el doctor Tomás, aunque la sociedad duró muy poco».

Sorbiendo las últimas gotas del té, Ana Silvia me cuenta uno de los momentos más difíciles de su carrera: al romper la relación empresarial con el doctor Tomás, se vio envuelta en unos asuntos legales cuyas consecuencias logró superar con créditos y préstamos, «me endeudé y me endrogué, pero gracias a Dios ya no necesité de nadie».

Foto: Ana Silvia Martínez.

Un imperio en la región

Ana Silvia no solo tiene un laboratorio clínico con su nombre, sino 12 en distintos municipios: En la comunidad de Melaque, en Cihuatlán, La Huerta, Casimiro Castillo, Villa Purificación, Autlán, El Grullo, Unión de Tvla, Juchitlán, El Limón, Tonaya y Ciudad Guzmán. Dice que no tiene idea de qué sería de su vida sino hubiera decidido emprender, «probablemente tendría tres o cuatro trabajos, aunque ya los tuve, fui por muchos años maestra de la prepa y trabajé en hospitales al mismo tiempo», recuerda.

Además de ser «QFB» como ella lo llama, obtuvo una maestría en Metodología de la Enseñanza y es doctora en Ciencias de la Educación. Participa en congresos de ciencias y reuniones, en donde «nunca me he sentido opacada por lo hombres, pero sí me pregunto porqué casi siempre soy la única mujer en esos espacios, siento que deberían haber muchas más», reflexiona.

Pero Ana Silvia no solo es conocida en el mundo de las ciencias, es un personaje popular de la región. Estudiantes, profesores y clientes la saludan con entusiasmo por los sitios del valle de Autlán, pese a que no recuerde quiénes son o dónde los conoció.

«Comprendo su respeto, es un respeto que yo también tengo por las cosas que he recorrido, el recordar y ver fotografías con los primeros equipos con los que comencé: rudimentarios, arcaicos y sencillos. Ahora veo que en mi laboratorio hay mega robots de tecnología y vanguardia», dice emocionada.

Revela que son 35 años de sorpresas, de pasos agigantados en la ciencia, mundo al cual decidió darle prioridad más que a otra cosa.

Para Ana Silvia el trabajo y la ciencia son prioridad en su vida. Me cuenta que su familia es un aspecto que desea recuperar, «aunque ya esté vieja», porque el laboratorio clínico es para sus hijos, sus nietos, las personas que ama; por su puesto, para seguir brindando calidad a los clientes.

Con visión de expansión a futuro y de continuar empapándose de los progresos futuristas, Ana Silvia aconseja a quienes leen su historia que nunca dejen de soñar. «Todo empieza por un sueño y no hay obstáculos que no se puedan superar», la mujer recalca que no hay nada en la vida más importante que estudiar, cultivarse e informarse, pero también buscar el camino de la felicidad.

«Fíjate que en estos momentos lo que yo siento es muchísima gratitud, porque yo no entiendo el porqué se me considera como una mujer destaca en la ciencia. Gracias a todas las personas que han estado conmigo, a mis colaboradores y a mis pacientes, que sin ellos esto no sería posible. No hay palabras que lo puedan expresar mejor: gracias, muchísimas gracias», finaliza.

Llega el ocaso… Ana Silvia y yo caminamos juntas rumbo a la salida de su laboratorio, en la calle Guadalupe Victoria, y allí, nos despedimos apresuradamente, pues ella tiene que continuar trabajando para la ciencia, que es tan real como su imperio.

Edición: Mayra Vargas y Carmen Aggi Cabrera

Queda prohibida la reproducción total o parcial. El contenido es propiedad de Letra Fría.

Estudiante de la licenciatura en periodismo en el Centro Universitario del Sur, de la Universidad de Guadalajara, con afinidad al periodismo narrativo, de derechos humanos y fotoperiodismo. Corresponsal de Letra Fría en proceso electoral 2021.

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