El Caminante | Turismo tóxico

Jorge Martínez Ibarra analiza las implicaciones y consecuencias negativas de la empresa turística en México, que a pesar de los ingresos económicos afecta a la población local y a los ecosistemas.

Por: Jorge Martínez Ibarra

Autlán de Navarro, Jalisco. 20 de octubre de 2019. (Letra Fría) México es uno de los diez países más visitados del mundo por los turistas (dependiendo de la fuente consultada, entre el sexto y el octavo lugar más visitado). La Secretaría de Turismo anunció que para finales del año 2020 se espera hayan visitado al país aproximadamente 43 millones de turistas internacionales, los cuáles generarán más de 4 millones de empleos y una derrama económica de aproximadamente 21 mil millones de dólares. Así, el turismo (la llamada “industria sin chimeneas”) se consolida como uno de los sectores económicos que más ingresos aporta al Producto Interno Bruto (PIB) de México.

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Para muchos lugares (grandes metrópolis, poblaciones costeras, localidades vinculadas a sitios arqueológicos, etc.) el turismo es su principal fuente de ingresos y de creación de empleos. Sin dudas, en este tiempo de vacas flacas, resulta un dato sumamente alentador.

No obstante, no todo son buenas noticias. La carencia de una adecuada política turística, de una correcta planificación de los destinos y una corrupción galopante ha ocasionado diversos problemas. Al ser el turismo de sol y playa el más demandado en México, las cadenas hoteleras trasnacionales abren nuevos espacios y transforman, fragmentan o eliminan ecosistemas naturales impunemente, sin ninguna regulación por parte de autoridades municipales, estatales o federales.

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Se propicia el cambio de uso del suelo, se degradan los ecosistemas y las áreas naturales y se genera contaminación. Muchas de las actividades recreativas desarrolladas en estos espacios han impactado zonas de corales, sitios de desove de tortugas marinas, espacios de anidamiento de diversas aves o las rutas de migración de las ballenas.

Grandes cantidades de turistas demandan grandes cantidades de recursos y de servicios: agua, energía, alimentos, infraestructura de comunicaciones, médicos y medicinas, entre otros muchos, que en diversas ocasiones les son negados o restringidos a los habitantes de las zonas colindantes a los destinos turísticos. Así, el arribo masivo de turistas genera un incremento de los costos de vida locales; hay una aculturación, una ruptura del tejido social y de la vida cotidiana de los ciudadanos locales, sobre todo en los destinos más visitados. Incluso, en diversos casos, las condiciones prevalentes han permitido que surja el tráfico de drogas, la prostitución y el abuso infantil

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En muchas zonas, la frágil y deteriorada economía local ha propiciado que como una opción de mejora de sus condiciones, los habitantes malbaraten sus tierras a grandes trasnacionales, empresas o “proyectos turísticos alternativos”  (Grupo Xcaret, uno de los más icónicos) con la promesa de ser incluidos en los beneficios que atraerá el turismo. Dicha “inclusión” se traduce en su contratación como camareros, jardineros, choferes, meseros, personal de mantenimiento y ocasionalmente como guías locales con salarios bajos, jornadas excesivas, abusos,  carencia de prestaciones y oportunidades de crecimiento y frecuentemente el menosprecio y los malos tratos son un común denominador.

Los casos son incontables en la República Mexicana: el célebre Parque Xcaret y el desarrollo turístico de la Riviera Maya en Quintana Roo; la Riviera Nayarit, la Costa Alegre en Jalisco, Acapulco en Guerrero, la zona maya de Yucatán, las costas de Oaxaca, el Golfo de California, el Programa de Pueblos Mágicos, el Programa de Haciendas y Casas Rurales de México, etc.

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A la promoción de este turismo tóxico se le suma otro factor muy importante: la educación y la formación profesional. Diversas asociaciones profesionales se encuentran relacionadas cercanamente con las instancias de gobierno y/o las cúpulas empresariales que toman las decisiones y definen la estructura del turismo en México y, que demanda perfiles específicos de formación profesional. A ello responden la gran mayoría de las Instituciones de Educación Superior (públicas o privadas) que se encuentran agrupadas en estas asociaciones y ofertan licenciaturas, carreras técnicas, diplomados o especialidades vinculadas al turismo, forman sus cuadros profesionales con una lógica empresarial que mantiene, reproduce y consolida el sistema turístico vigente.

La situación es compleja y con causas multifactoriales. Revertirla no es fácil, pero definitivamente hay que replantear la estrategia de tal forma que se más legal, más equilibrada, más justa, más equitativa y, sobre todo, más incluyente.

LL/LL

*Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente. Se prohíbe su reproducción si es con fines comerciales.

Profesor e Investigador del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Productor audiovisual. Apasionado de los viajes, la fotografía, los animales, la buena lectura, el café y las charlas interesantes.
Columnista en Letra Fría.
Correo: jorge.martinez@cusur.udg.mx

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