Por: Mayra Vargas | #NoSomosVíctimas
El Mentidero, Jalisco.- Un huerto escolar y un jardín botánico en la Telesecundaria “Venustiano Carranza” de El Mentidero, en el municipio de Autlán de Navarro, surgieron a partir de una crisis documentada y difundida en 2019: plaguicidas en la orina de niños, niñas y adolescentes de la comunidad.
Voltear al pasado y ver el presente con esperanza, transmite la mirada de Karla Edith Padilla de 45 años de edad. Ella es ama de casa y habitante de El Mentidero, y es una luchadora social: forma parte del pequeño pero poderoso grupo de mujeres que denunció públicamente aquella crisis del 2019, donde uno de sus hijos resultó afectado.
Hoy, Karla no deja de involucrarse en la transformación de la comunidad, es una de las más activas en los trabajos del huerto y el jardín botánico. La iniciativa de crear este huerto nació hace dos años y después se extendió a lo que es hoy: un espacio en el que se produce maíz, jamaica, calabaza, rábanos, cilantro, lechuga, camotes, entre otros cultivos, todo libre de químicos.
Lo cosechado va directamente al comedor de la telesecundaria y el excedente se les reparte a los niños y niñas. “Por ejemplo, cuando sale camote les dan a todos los niños, se los llevan a su casa. Se ponen contentos con sus cosechas, sus logros, les entusiasma”, explica Karla.
En estas actividades se involucran tanto padres y madres de familia, así como profesores, las y los alumnos de la institución educativa, además de los promotores agroecológicos que desde la parte teórica y técnica han permitido el desarrollo del huerto y el jardín botánico.
Entre las personas que promueven esta alternativa de producción está Julieta Herrera, una joven de 28 años de edad. A pesar de los esfuerzos y las dificultades de coordinar el proyecto, ella ha sido testigo de los cambios y cree en ello: “Vale la pena porque yo he visto cambios, en los niños, en los maestros, en las madres, en mí misma. Entonces soy más que creyente del poder transformador de los huertos. Me dedico a esto y estoy feliz”.
Julieta señala que este huerto es el producto de mucho trabajo, y en el que cada día las energías se concentran en siete camas de cultivo biointensivas y un jardín botánico. También hay un invernadero, en el que se reproducen esquejes de plantas medicinales y algunas ornamentales.
Los huertos, de la escuela a la casa
Para echar a andar el proyecto del huerto escolar se sumaron muchas personas, entre ellas académicos, instituciones y promotores, quienes se dedicaron a explicar a la comunidad la importancia de la agroecología y la alimentación sana. También hubo talleres para la elaboración de composta y jornadas de siembra.
“Me ha tocado poner más plantas, regar, desenzacatar, podar, lo que se vaya ofreciendo. Porque una plantita es como un hijo, yo lo veo así, hay que darle mucha atención porque si lo dejas se marchita o no produce”, explica Karla.
A ella le gusta participar en este proyecto que comparte junto con su otra hija, alumna actual de la telesecundaria. “Me motiva, me hace sentir junto a mi hija y siempre estoy abierta a aprender cosas nuevas. Mi hija me ayuda, va y participa”, cuenta.
Este mismo ímpetu por el huerto escolar, llevó a Karla a intentar producir en el patio de su casa. Con sus hijos como principal inspiración, decidió que ese proceso en el hogar sería acompañada por su familia. “En esta experiencia que tuvimos se involucró mi esposo y mis hijos; y para mí ver las plantitas de jitomate fueron como un milagro de la unión y de las ganas de hacer las cosas, porque sí fue increíble cómo se dieron. Fue muy emotivo, nos unió mucho como familia”, explica.
Para ella, las mujeres que se dedican al campo son admirables, pues el campo es una labor pesada y a la vez de respeto. Es un arte el poder hacer crecer cada semilla, hasta convertirse en el alimento que llega a casa: “Para mí es lo máximo, porque de ahí depende una alimentación sana… si aprendiéramos todos en casa e hiciéramos un huertito demostrativo, todo sería diferente”, menciona.
A pesar de ser una mujer que lucha por el bienestar de la comunidad, a Karla la ven y la critican por estar tan activa en promover los huertos. Le cuestionan su tiempo para descansar, sin embargo, ella defiende lo que hace porque la apasiona: “a las personas les hace falta empatía, involucrarse y querer ver las cosas diferentes”, responde.
Ella defiende su tiempo de descanso y dice que le gusta invertirlo en colaborar. Se lleva a su hija a las jornadas de siembra o al mantenimiento del huerto o el jardín, lo que se traduce como tiempo de calidad en un lugar sano. “Mi hija se involucra conmigo, se va a jugar y le doy su espacio también. Siento que vive con su mente sana y todo eso me motiva, siento que ella es más libre”.
Para Karla es importante educar con el ejemplo y que vean que se involucra en la producción de alimentos libres de químicos, pues apuesta por despertar el interés de sus hijos en estas prácticas en un futuro cercano.
“Todas las mujeres somos importantes”
El deseo de Julieta es que más mujeres, mamás de estudiantes, se sumen y comprometan con el proyecto del huerto, un espacio que ella considera sano en muchos aspectos. Mejora en la salud física e incluso la salud mental durante estas prácticas. “Te relaja, te motiva a estar viniendo y también fortalece las relaciones sociales. A mí las plantas me parecen algo muy bonito, nos ayudan a entender cosas de la naturaleza y también de nosotras mismas”.
Es la posibilidad de “escapar” de los conflictos que hay en muchos lados actualmente, por lo que puede considerarse un espacio de resguardo y de convivencia sana. “Así como un oasis en medio de toda la complejidad que está afuera”, dice Julieta.
“Todas las mujeres somos importantes, pero creo que a veces falta unión con nuestros hijos, porque al final somos su ejemplo, están en formación”. Karla sueña con que todas las mujeres de la comunidad de El Mentidero o al menos las de la telesecundaria se involucren en el huerto, pues para ella se trata de priorizar lo más importante: sus hijos e hijas; sin embargo se han topado con poco compromiso y desinterés.
Karla es consciente del pasado y presente de El Mentidero, de la presencia de los agroquímicos y la agroindustria. Sabe que es una situación que no va a terminar, al menos en este momento, sin embargo, con esperanza, se detiene a pensar en el futuro: “Yo pienso que hay que tener hambre de un cambio, de hacer las cosas diferentes. Un granito de arena por cada uno, si contribuímos y colaboramos… es una forma de que los niños tengan un futuro distinto”, señala.
*Esta publicación forma parte del proyecto #NoSomosVíctimas, de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie, financiado por la Embajada Suiza en México.