Por: Carlos Efrén Rangel
Autlán de Navarro, Jalisco. 17 de mayo de 2022. (Letra Fría) Escribo desde el infierno, o cuando menos en un espacio que guarda tristes similitudes con ese lugar de castigo eterno que algunos afirman que sí existe; aunque no me consta dicen que es un sitio ardiente, con humo y gases que hacen imposible la respiración. Autlán ha sido en las últimas horas un infierno por culpa de un incendio en la zona boscosa conocida como El Fresnal que nos ha dejado una densa capa de humo que vuelve complicada la respiración.
La literatura especializada afirma que una fortaleza del averno, es que actúa con mucha discreción, para que las personas duden de su existencia. Así pasa con los incendios forestales y los daños al medio ambiente: asumimos que es cosa de un mes del año, que a veces es lejano y solo lo veremos en las noticias y otras veces solo hay que aguantar comer humo durante algunas horas.
Mientras escribo, el incendio se mantiene activo, con fuerte actividad de las autoridades por apagarlo, aunque aún lejos de lograrlo; ya han aparecido aquí mismo en Letra Fría espectaculares fotografías que muestran al valle anegado de humo, pero sin una estimación final de hectáreas siniestradas, aunque es un dato importante, hay que reconocer que es difícil que esa cifra ayude a valorar por completo el daño.
Lo más grave del asunto es que el panorama solo tiende a empeorar. Industrias agrícolas y mobiliarias ejercen fuertes tensiones al equilibrio ambiental, confrontación de la que cada año la naturaleza ha salido más maltrecha. Baste revisar algunos antecedentes de lo que por ejemplo la industria aguacatera ha provocado, quizá recordar un incidente emblemático ayude a dimensionar lo que nos jugamos: el domingo 2 de junio de 2019 el río Salsipuedes sepultó a una parte de San Gabriel en una avalancha de lodo y madera quemada. Ahí también se materializó una sucursal del infierno.
¿Por qué hablar de estos temas en una columna relacionada con educación? Bueno, pues porque cuando menos desde el 2015, el Estado mexicano se comprometió a incluir el enfoque de cuidado ambiental en sus principios educativos fundamentales. Ese año se firmó la Agenda 2030, cuya cuarta meta es la educación de calidad y el séptimo objetivo es “Garantizar que todos los estudiantes adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, en particular mediante la educación para el desarrollo sostenible y la adopción de estilos de vida sostenibles”.
Un acuerdo internacional firmado por una nación termina por adoptarse en las políticas nacionales y en la Nueva Escuela Mexicana, que es la política educativa vigente y en consolidación se expresa que uno de sus principios fundamentales es el “Respeto por la naturaleza y el cuidado del medio ambiente”.
Estas son razones curriculares de peso para que el tema ambiental no sea visto como un contenido exclusivo de algunas asignaturas, o con mensajes más bien anecdóticos y románticos. Es necesario trabajar en todos los niveles, y desde los enfoques de todas las asignaturas en que cualquier aprendizaje de español, matemáticas, Formación Cívica, Educación Artística o Física, no se diga ciencia, son compatibles con reflexiones y acciones que favorezcan el cuidado del planeta.
También es compatible con ejercicios más inmediatos, como promover acciones legales hacia aquellos negocios o gobiernos impasibles ante la transformación de los bosques en infiernos que llegan a las ciudades. No es cosa de unos días al año o de lugares lejanos, será cosa cotidiana y doméstica si no corregimos el rumbo.
MA/MA