Por: Rosa Eugenia García Gómez | Las Carrilleras de Adelita
Zapotlán El Grande, Jalisco. 10 de noviembre de 2022. (Letra Fría) Rieleras y juanes, es parte del tránsito por esta vida que haya confusiones. Si estamos con la persona correcta o no; si educamos de manera adecuada a nuestros niños; ser respetuosos sin llegar a la indiferencia; tolerancia, pero no indolencia hacia los demás.
Sin embargo, al hablar de periodismo y participación política hay una línea divisoria muy clara que marca de manera particular tanto la ética de la persona, como la deontología del periodismo ejercido de manera profesional. Y es que, quien es periodista, no debe participar en actividades políticas, porque tales combinaciones inevitablemente representan un sesgo en las decisiones de tratamiento de la información que ante todo debe ser independiente.
El periodista investiga, informa, orienta y da elementos para la educación de sus públicos en los diferentes contenidos informativos, incluidos los que tienen que ver con el quehacer político de un país que por sus características se circunscribe al manejo del poder, de manera particular de quienes aspiran a ser parte de la toma de decisiones como gobernantes de una nación.
Y es que el quehacer periodístico se refiere a ser vigilante de quienes ejercen el poder otorgado de manera democrática a una persona que se convierte en gobernante, así que, ser periodista y además dedicarse a la política es algo así como ser juez y parte.
No en vano a la prensa se le denominó en el siglo 20 el cuarto poder, que a diferencia de los otros tres circunscritos en la institucionalidad gubernamental (el ejecutivo, el legislativo y el judicial), el suyo es ajeno a las estructuras de gobierno, es un poder fáctico otorgado por la confianza que nos dan quienes informamos.
Por ello, por una respuesta ética a esa confianza otorgada es que los periodistas nos hemos de abstener de aspiraciones de gobierno y entender que ante la disyuntiva de convertirnos en miembros de la clase política, y por un apego a la deontología periodística, debemos elegir entre ser informadores profesionales o políticos, pues, parafraseando a Javier Darío Restrepo en su consultorio ético: “la sola sospecha de que el periodismo está movido por unos intereses y que el periodismo ha sido comprado, basta para que todas sus informaciones sean miradas con desconfianza. En esa situación, el periodista y el medio se convierten en elementos desechables y sin peso moral alguno».
Los periodistas debemos saber de política, nuestro quehacer está vinculado a ella, pero en el alma del informador profesional no puede haber resquicio de interés político alguno.