Rieleras y juanes, la comunicación ha sido definida de diferentes maneras, desde considerarla un acto humano para poner en común ideas, hasta un proceso de conocimiento en el que emisores y receptores entran en contacto para coincidir y generar retroalimentaciones para construir acuerdos y abonar al avance social.
Los debates en tiempos y protagonizados por actores políticos buscan, o por lo menos deben procurar, un intercambio de ideas en un ejercicio demostrativo de conocimiento y apreciación de la realidad social, política y económica -al menos-, con el afán de proponer soluciones estratégicas basadas en el análisis de sus problemáticas.
Los debatientes preocupados por hacer un buen ejercicio se preparan. Esto es, leen, investigan, intercambian ideas con sus equipos y construyen propuestas basadas en argumentos. Es imposible argumentar si antes no se hizo un ejercicio de escucha externa, así como de reflexión y contrastación de las ideas de los otros para que las propias puedan resultar oportunas e inteligentes.
Lo que se busca es que los participantes compartan sus posturas sobre los temas a debatir, para que los espectadores tengan oportunidad de analizar la validez de los argumentos en el marco de su propia experiencia.
Los argumentos
Es así que los debatientes han de demostrar que sus argumentos tienen más solidez y congruencia que los de su oponente; que los hechos expuestos son de mayor contundencia con base en la sólida estructuración y exposición de sus ideas.
Cuando en el debate las participaciones están desconectadas entre sí, el ejercicio se torna aburrido y le resta beneficios a la audiencia que espera conocer propuestas y soluciones.
Y si en el afán de debatir los argumentos relativos a las ideas, el proceso comunicativo se torna en ataques contra las personas, entonces hay indicios de desconocimiento del tema o falta de preparación al respecto por parte de los debatientes.
Recomendación cinéfila
Quienes somos docentes sabemos de la potencia de apropiación de conocimiento nuevo y sólido a través de un debate bien llevado. Si alguien quiere aprender a debatir le recomiendo ver un filme ilustrativo en más de un sentido.
Se trata de The Great Debaters, un filme de 2007 dirigido y protagonizado por Denzel Washington, titulado para las audiencias en español como El gran debate.
No se pierdan la magistral manera de construir argumentos para debatir afirmaciones. Más de algún miembro de la clase política nacional podría aprender de ello y así los espectadores de la contienda también saldríamos beneficiados.