Rieleras y juanes, el secuestro de un periodista en nuestro estado sacude. Hasta ahora los conteos de actos de violencia contra periodistas no estaban tan cercanos a nuestro entorno como sucedió la tarde del lunes 11 de marzo de 2024 al enterarnos de la desaparición de Jaime Barrera, un periodista de alto perfil de medios de la capital jalisciense.
Y aunque hubo un cierto alivio con la noticia de su hallazgo con vida la madrugada del miércoles 13, entre ambos momentos el clima social y el sentimiento particular de los diferentes actores vinculados al gremio periodístico fue evolucionando, en una suerte de reflexiones más o menos compartidas.
Entre los periodistas, desde los que llevamos varias décadas ejerciendo la profesión, hasta los recién incorporados a la actividad informativa, hubo por supuesto consternación y asombro. Pues ciertamente los atentados contra la libertad de expresión, con la cobardía que les caracteriza, casi siempre están dirigidos a periodistas que no son tan visibles.
Entre los académicos de diversos espacios y disciplinas, el miedo aparejado a la incertidumbre hizo su labor de identificación con la vulnerabilidad.
Si eso le pasa a alguien que es más o menos público e identificable, y por lo tanto de un alto registro social, qué le puede pasar a otra persona cuyas características lo hacen blanco sensible de cualquier tipo de ataque.
Las reflexiones
Entre quienes estamos en la academia vinculada al objeto de estudio del periodismo, las dimensiones del análisis iban en el sentido del contexto violento de varias regiones de México que servían como retrovisor de advertencia: el reflejo es de una realidad más cercana de lo aparente.
Cuando se anunció la marcha del martes 12 de marzo convocada por la familia de Jaime Barrera a la que con solidaridad se sumaron periodistas de diversos medios, institucionales, corporativos o independientes.
Esta profesora sintió que la distancia para los miembros del sector periodístico que estamos en las regiones podría dificultarnos la participación, particularmente cuando buscábamos involucrar a los jóvenes estudiantes de periodismo que por supuesto se sentían vinculados en el tema, como dispuestos receptores de una estafeta que se antojaba esquiva, en ese contexto particular.
Creatividad en la crisis
Lo que hice fue trasladarme al laboratorio de periodismo para platicar con colegas y estudiantes que realizaban sus prácticas profesionales y servicio social en él y juntos, en una breve sesión editorial de siete minutos en torno a la sala de prensa de ese espacio académico, hicimos un guion con la intervención de estudiantes y profesores en los que aludimos al anhelo de los jóvenes de ejercer su profesión sin miedo y a la exigencia general, en un clamor grupal, de la vuelta con vida del periodista a su casa y a su trabajo como legítimo espacio de expresión que es.
El video circuló en redes sociales y la última vez que lo vi llevaba más de 5 mil 200 reproducciones.
La expresión y divulgación de las ideas no puede ser limitada en ningún contexto que se jacte de ser democrático. El miedo y las prácticas de terror pueden paralizar, pero el pensamiento, la reflexión y la creatividad son vueltas de tuerca para el conocimiento y apreciación de la realidad que no se detienen.