Rieleras y juanes estamos cercanos al 8 de marzo, una fecha para conmemorar ideas de reconocimiento de la equidad entre todas las personas y de reivindicación de los siglos de patriarcado y androcentrismo que dejaron de lado las aspiraciones legítimas que las mujeres de muchas épocas soñaron.
Las ideas y anhelos de equidad e inclusión son tan permanentes y necesarias de manera atemporal que cuando los actos institucionales políticamente correctos se programan únicamente en fechas cercanas al 8 de marzo generan desconfianza y dejan un resquemor de que los altos representantes de las estructuras establecidas buscan más parecer, que ser.
Mis estudiantes de materias de periodismo de género y derechos humanos justo me compartieron su malestar acerca de la iniciativa y aprobación del 9 de marzo como el “Día Nacional sin Nosotras” por parte de la totalidad de los legisladores de la Cámara de Diputados en el recinto de San Lázaro de la capital de la República.
Los y las jóvenes expresaron su sentimiento de disgusto porque el paro nacional de mujeres en su origen pretende visibilizar lo que les pasa a las empresas, universidades, oficinas, escuelas en general y cualquier otro sitio laboral cuando las mujeres y su fuerza de trabajo, iniciativa, creatividad y empuje no están.
Simbolismos
Es una llamada de atención simbólica que reclama por las reales desapariciones y feminicidios, por lo que no necesita el permiso de autoridad alguna, sino el reconocimiento de una lucha pacífica que encierra el reclamo por la invisibilidad, violencia e inequidad de circunstancias a las que se condenó a las mujeres en el pasado, y que quizá muchos que no entienden el meollo del movimiento anhelan.
Las expresiones de las marchas del 8 de marzo y el paro nacional del día siguiente son parte de la cuarta ola feminista que de manera colectiva y a nivel mundial propone y exige soluciones a problemas de violencia sexual y explotación económica de las mujeres, luego de las otras tres olas en que se ganó de manera paulatina el derecho al voto, el reconocimiento filosófico y origen antropológico del androcentrismo y el patriarcado, la lucha por el derecho a decidir de las mujeres sobre su desarrollo y por el reconocimiento al proyecto de vida al que todas pueden aspirar.
Lo que queda es seguir buscando espacios para hacer visible la lucha histórica y la conciencia feminista, para que la ignorancia que compara al feminismo con un tipo de genocidio o lo equipara al machismo se erradique, empezando por la certeza del significado de feminismo según la RAE que en su primera acepción dice: “Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”.
No es revanchismo, lo que las feministas buscamos es el legítimo derecho a la equidad.
MV