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Irvin y su carrito de café

Yenitzel Bach nos habla del café que prepara Irvin, pues el sabor es una mezcla personalizada proveniente de Ahuatepec, Veracruz. Un tostado que permite colocar la acidez y el amargor naturales de la bebida, en un balance y un equilibrio que se sienten con suavidad y sutileza.

Foto: Yenitzel Bach.

Por: Yenitzel Bach | Alquimia Culinaria

Zapotlán el Grande, Jalisco.- Irvin Zúñiga se levanta todos los días a las 4:30 am de lunes a viernes. Monta su carrito en un remolque adaptado y se desplaza hacia la esquina que toda la comunidad universitaria de CUSUR conoce como “El Infinito”

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Llega antes de las 7 de la mañana para proporcionar el combustible necesario a estudiantes y académicos que corren con prisa para cumplir con sus rutinas enfocadas en el vaivén que significa aprender y enseñar. El mundo afuera de “El infinito”, esa esquina tan concurrida, se puede detener unos minutos mientras Irvin espuma con maestría todas las tazas de leche para hacer posible la variedad de capuchinos que están en su menú.

Un capuchino vainilla con canela, uno de moka, uno estilo irlandés, un chocolate, quizá un espresso o un buen americano, sean la clave para enfrentar los retos de cualquier día de la semana. Su carrito de madera adaptado permanece estacionado mientras las manos de Irvin se confunden con la máquina, la lanceta, el molino y la tetera que no para de emitir vapor.

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“Buenos días, qué te ofrezco” es la bienvenida que da a sus clientes, con el mismo tono con el que cualquier amigo cercano invitaría una buena taza de café. Entonces se vuelve fácil para la clientela hacer todas las peticiones necesarias para lograr ese café que a muchos emociona para empezar la rutina.

Irvin sabe muchas cosas. Sabe cuál es la presión que necesita su máquina para calentar las bebidas, sabe cómo manejarla para que no explote, sabe el tiempo de extracción de cada espresso. Lo sabe todo. Lo conoce todo porque lo hace desde hace 9 años y todo el reto que representa ofrecer café en la calle, ha sido superado por su habilidad para sortear los obstáculos que se han presentado en su caminar.

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Cuenta que todo empezó cuando se dijo así mismo “yo puedo construir eso” mientras miraba en una revista el modelo de un carrito de café ambulante. Y ahí empezó el viaje porque jamás imaginó que dedicaría buena parte de sus días chiqueando a los fieles paladares del café.

Irvin se considera como “alguien que un día se le ocurrió que podía construir algo” y lo es, porque construyó su marca y todo su sistema para que funcionara. Aprendió bases de electricidad e hidráulica para hacer funcionar la máquina descompuesta que le vendieron con engaños, colocó piezas de automóvil en ella y su ingenio le permitió reparar el molino que tampoco funcionó y que consiguió en el chilango.

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Así empezó ocasionalmente. Luego fue definitivo. Irónicamente Irvin no es de ambientes de cafetería “prefiero unos tacos o una pizza a la leña”, dice, mientras acepta que disfruta de la oportunidad de llevar café a quienes lo necesitan tanto que hasta lo ritualizan.

Vender café a una comunidad universitaria es grato para él. “Fui estudiante también. Por un lado, generas la empatía porque sabes lo que es estar limitado de dinero. Puedes ofrecer un buen producto sin necesidad de sangrar a la gente”

Lo logra. Es posible pedir un café sin desestabilizar demasiado el bolsillo. El intercambio entre el cliente e Irvin, va más allá de una taza de café que se adquiere por no más de cuarenta pesos. Irvin ofrece cordialidad, confianza, la posibilidad de una plática sincera, la sensación de que rescata los días rutinarios y la disponibilidad para ajustarse y personalizar el sabor de cada café que pasa por sus manos. “Aquí son agradables, consientes y un amor de personas”

“Creo que algo estamos haciendo bien” dice cuando cuenta cómo desde otros municipios viajan a probar el sabor de su café. Un sabor con una mezcla personalizada proveniente de Ahuatepec Veracruz. Un tostado que permite colocar la acidez y el amargor naturales de la bebida, en un balance y un equilibrio que se sienten con suavidad y sutileza.

Las galletas de chispas de chocolate, los rollitos rellenos de queso crema con zarzamora y chocolate, son los otros sabores que acompañan al café. Checi, la esposa de Irvin, colabora como la repostera protagonista que permite hacer equipo para hacer posible el maridaje que por excelencia conocemos todos: café y pan, pan y café. Café con pan o pan con café. La dualidad de todos los tiempos quizá.

Así transcurren las mañanas de ambiente universitario que se acompañan de café. Irvin está cada día puntual y constante. El único permiso que se otorga para faltar es la suspensión de clases. De otro modo ni la lluvia es impedimento para no laborar.

Son las 7 am. Los espressos escurren hasta los vasos y termos, la leche se esponja ruidosa bajo la lanceta que humea, la tetera hierve y hierve. Es Irvin y su carrito de café.

MV

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