La enfermedad de Parkinson es neurodegenerativa y progresiva, que afecta principalmente al sistema nervioso central. Aunque a menudo se asocia con el temblor, éste es solo uno de los muchos síntomas que pueden experimentar las personas que viven con esta condición.
Es crucial entender que esta enfermedad es mucho más compleja y diversa de lo que la imagen popular suele mostrar, señala el Dr. Luis Jiménez es médico cirujano, investigador en neurociencias y profesor de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).
Esta enfermedad se produce por la pérdida de neuronas en una parte del cerebro llamada sustancia negra, responsable de producir dopamina, un neurotransmisor vital para controlar el movimiento, la motivación y el estado de ánimo. La disminución de dopamina provoca una serie de síntomas motores característicos, como la bradicinesia (lentitud de movimientos), la rigidez muscular, los temblores (que suelen aparecer en reposo) y la inestabilidad postural, que puede llevar a caídas.
Sin embargo, la enfermedad de Parkinson no se limita a los síntomas motores. Una amplia gama de síntomas no motores puede afectar significativamente la calidad de vida de las personas. Estos pueden incluir problemas de sueño, depresión, ansiedad, fatiga, pérdida del olfato (anosmia), estreñimiento, cambios en el habla (disartria) y dificultades cognitivas, como problemas de memoria y concentración.
Según el especialista de la UAG, la presencia e intensidad de estos síntomas varían considerablemente entre individuos, lo que hace que cada caso sea único.
Aunque la causa exacta de esta enfermedad aún no se conoce completamente, se cree que una combinación de factores genéticos y ambientales juega un papel importante [1]. La investigación continúa avanzando para comprender mejor los mecanismos subyacentes de la enfermedad y desarrollar tratamientos más efectivos.
Actualmente, no existe una cura para la enfermedad de Parkinson, pero sí hay tratamientos disponibles para ayudar a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida. Estos incluyen medicamentos que aumentan o sustituyen la dopamina, terapias físicas, ocupacionales y del habla, y en algunos casos, la estimulación cerebral profunda (ECP), un procedimiento quirúrgico que puede ayudar a regular la actividad cerebral, detalla el investigador en neurociencias.
Es fundamental aumentar la conciencia sobre esta enfermedad para desmitificar la enfermedad y fomentar una mayor comprensión y apoyo a las personas afectadas y sus familias.
Un diagnóstico temprano y un enfoque multidisciplinario que aborde tanto los síntomas motores como los no motores son clave para optimizar el bienestar de quienes viven con este padeimiento.