Reconocida como la feria del libro más importante del mundo de habla hispana y la segunda a nivel mundial después de la de Frankfort, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es el evento que genera la mayor derrama económica en Jalisco, impulsa la cultura entre la ciudadanía, promueve la lectura y las nuevas tendencias estéticas y de pensamiento a través de un interesante programa académico.
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es también pasarela de los más variados personajes y actores políticos.
Es atractiva no sólo para el público radicado en la zona metropolitana de Guadalajara, igual verás a un argentino, español, árabe, africano, norteamericano, cubano o de otro país. Pero también verás a la juventud de los diversos municipios del interior del estado, incluyendo a estudiantes autlenses de todos los niveles educativos, que gracias al entusiasmo de profesores llevan a sus alumnos a la FIL, experiencia que nunca olvidarán, el entusiasmo previo al día del viaje, las mamás dejándolos temprano en los camiones, las bendiciones, la expectativa y la esperanza.
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara fue inaugurada
Justamente ayer se inauguró en su edición 2023 teniendo como invitado de honor a los países de la Unión Europea, incluyendo simbólicamente a Ucrania. Por primera vez, sin la presencia física de Raúl Padilla, artífice de este magno evento globalizador de la cultura, el conocimiento y el arte.
La historia de los libros resulta verdaderamente impresionante, basado en la bella erudición de la escritora y filóloga española Irene Vallejo, hagamos un recorrido de la historia del libro.
La historia del libro
Inventados hace cinco mil años, en realidad los antepasados de los libros fueron las tablillas de arcilla.
En las riberas de los ríos de Mesopotamia no había juncos de papiro, y escaseaban otros materiales como la piedra, la madera o la piel, pero la arcilla era abundante. Por eso los sumerios empezaron a escribir sobre la tierra que sostenía sus pasos.
Fue hasta el siglo VI a. C., que nació la prosa y, con ella, lo poco que existía eran La Ilíada y la Odisea, poesía épica atribuida a Homero. Los escritores propiamente dichos, que ya no construían sus obras en los misteriosos pasadizos de la memoria, sino que se sentaban a trazar letras en tablillas o papiros. Los autores mismos empezaron a escribir sus textos, o a dictarlos a un secretario. Las pocas copias que se hacían, si se hacía alguna, apenas circulaban. Por eso, no hay huellas de industria ni de comercio de libros en la época arcaica.
El papiro
Egipto exportaba el material de escritura más utilizado en la época: el papiro.
El junco de papiro hunde sus raíces en las aguas del Nilo. El tallo tiene el grosor del brazo de un hombre y su altura se eleva entre tres y seis metros. Llegó a existir un poderoso mercado que distribuía el papiro en rutas comerciales a través de África, Asia y Europa.
Atenas había conocido la primera biblioteca organizada aplicando un sistema racional: la colección del mismísimo Aristóteles, apodado «el lector». Aristóteles, en más de doscientos tratados, buscó la estructura del mundo y la parceló (física, biología, astronomía, lógica, ética, estética, retórica, política, metafísica).
Las bibliotecas anteriores eran privadas y estaban especializadas en las materias útiles para sus dueños. La antecesora que más se le aproximó-la biblioteca de Asurbanipal en Nínive, al norte del actual Irak-se destinaba al uso del rey.
La Biblioteca de Alejandría, variada y completísima, fue la primera biblioteca abierta a todo el público y la que más cerca estuvo de poseer todos los libros entonces existentes.
Y llegó la imprenta
Antes de la invención de la imprenta, cada libro era único.
Para que existiera un nuevo o ejemplar, alguien debía reproducirlo letra a letra, palabra por palabra, en un ejercicio paciente y agotador. Había pocas copias de la mayoría de las obras, y la posibilidad de que un determinado texto se extinguiese por completo era una amenaza muy real.
Hacia el siglo I a. C. Atisbamos por primera vez la existencia de lectores por placer, sin gran fortuna ni pretensiones sociales. Esa rendija se abrió gracias a las librerías.
Sabemos que ya hubo comercio librario en Grecia, pero apenas poseemos datos para reconstruir la imagen de aquellos primeros tenderetes de libros. Acerca del mundo romano, en cambio, nos han llegado sustanciosos detalles (nombres, direcciones, gestos, precios e incluso bromas).
En China se registran los primeros escritos hace tres mil años en huesos y en el actual territorio mexicano fueron en las estelas de piedra, pirámides, pieles de animales y el amate, una fibra de corteza de árbol donde escribieron códices siendo la mayoría destruidos por los primeros evangelizadores españoles.
La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en muestra tenaz lucha contra la destrucción. A los juncos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la sabiduría que no estábamos dispuestos a perder.
Con su ayuda, la humanidad ha vivido una fabulosa aceleración de la historia, el desarrollo y el progreso hasta llegara a la era digital.
La gramática compartida que nos han facilitado nuestros mitos y nuestros conocimientos multiplica nuestras posibilidades de cooperación, uniendo a lectores de distintas partes del mundo y de generaciones sucesivas a lo largo de los siglos.
Como afirma Stefan Zweig en el memorable final de Mendel, el de los libros: «Los libros se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido».