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Las lecciones del carnaval

Carlos Efrén Rangel propone que no haya clases en carnaval, o que los dejen salir temprano, pero ¿por qué? Porque desde hace años que es indispensable ligar los contenidos de clases con los fenómenos naturales y sociales que ocurren en el entorno. Pocas prácticas guardan tantos significados socialmente construidos como son las fiestas de los pueblos. 

Desfile del Entierro del Mal Humor Carnaval Autlán 2023. (Foto: Vianney Martínez Pérez)

Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la pizarra

Autlán de Navarro, Jalisco. 14 de febrero de 2023. (Letra Fría).- En el imaginario colectivo existe la certeza de que los profesores hacemos mejores puentes que los ingenieros. Una idea que en apariencia es irrefutable, pero en el fondo no es verdad, pues los docentes no decidimos ninguna de las suspensiones del calendario; voy a poner dos ejemplos: los puentes por días festivos los autoriza el Congreso de la Unión y en función más de favorecer a la industria turística. Aunque cada último viernes del mes los periódicos hablan de descanso, lo cierto es que las jornadas de Consejo Técnico Escolar en que los niños no van a la escuela, para los maestros representan una carga mayor de compromisos administrativos y reuniones tediosas, se las cambio por un día de clases. 

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Dicho lo anterior haré una aseveración que parece contradictoria: propongo que no haya clases en carnaval, o que nos dejen salir temprano, ahora déjenme explicar por qué. 

Todas las orientaciones que nos establece la autoridad rectora de la educación, propone que la enseñanza sea situada en la comunidad: la Nueva Escuela Mexicana no inventó este término, solo lo profundizó, pero desde hace años que es indispensable ligar los contenidos de clases con los fenómenos naturales y sociales que ocurren en el entorno. Pocas prácticas guardan tantos significados socialmente construidos como son las fiestas de los pueblos. 

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Las fiestas no solo son un gran negocio para quien lo organiza o una tradición añeja, representan un momento que da equilibrio a la organización social. Es un espacio de encuentro humano, de tejer relaciones y también de relajar las normas. Esta última cualidad es indispensable para entender por qué por ejemplo, cualquier día del año beberse una cerveza en la vía pública es motivo de una sanción administrativa, y en cualquier jornada carnavalera es irrelevante. Numerosas oficinas públicas, como el ayuntamiento por ejemplo, recortan sus horarios de trabajo, y no es que todos los burócratas se vayan a los toros todos los días, es que relajar la norma en un periodo breve garantiza un funcionamiento más armónico de la sociedad.

Las escuelas son un microcosmos social, y en muchos espacios se le quiere dar la espalda al fenómeno que ocurre unas cuadras afuera de la escuela: se entra a la misma hora, se sale a la misma hora, a veces no hay permisos para salir, y en entonces la experiencia de clase se desvincula de la realidad que afuera camina con menos revoluciones. 

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Pero más allá de eso, el carnaval puede ser una experiencia inmejorable para fortalecer rasgos de perfil de egreso: comunicarse con confianza y eficacia, fortalecer el pensamiento matemático, apreciar el arte y la cultura, cuidar el cuerpo y evitar conductas de riesgo y en lo particular, creo que al que más se abona es el de asumir su identidad, favoreciendo la interculturalidad. No hay mejor momento en el año para entender el lugar que Autlán ocupa en el mundo. Con frecuencia solía escuchar que el carnaval es la “escuela de los vicios” y bueno, todo depende de la explicación con la se acompañe la experiencia. 

Quiero cerrar esta columna contando brevemente que en los días anteriores participé en los esfuerzos que hizo el Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana por llevar a ambientes escolares explicaciones sobre la fiesta de los toros que le da identidad a Autlán. Fueron dos conferencias en el CUCSur, una llenó la sala de rectores y otra el auditorio. La Secundaria Autlán fue al museo. 

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En ambos espacios se ofrecieron charlas, algunas demostraciones de suertes básicas y los estudiantes tomaron el capote y la muleta para recrearlas. Los jóvenes, entre los que había muchísimos antitaurinos se mostraron respetuosos, entendidos de los argumentos expresados, para al final con un pensamiento crítico decidir libremente lo que a ellos más sentido les hace, lo importante es que fue un ambiente cordial y muy digno. Lo interesante de la historia es que los actos molestaron a intelectuales que de plano pidieron la mutilación de este pedazo de nuestra cultura: cancelación y desaparición, que no hay que exponer a los niños a esas lecciones, dijeron, lo gracioso es que se presentan como paladines de la libertad y el refinamiento y para demostrarlo exigen que saquemos esos actos de las escuelas, como si fueran una burbuja, como si estuvieran en una ciudad que no se estremece y no vibra alrededor de la fiesta.

Queda prohibida la reproducción total o parcial. El contenido es propiedad de Letra Fría.

MV

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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