Yo no sé a ustedes rieleras y juanes, pero a esta Adelita le desagradan las películas de terror.
Eso de que me asusten imágenes terroríficas que me hagan brincar no es lo mío, sin embargo, la tendencia que prevalece en el hogar que habito es tener actividades en familia tanto como sea posible, así, de vez en cuando me permito este tipo de filmes porque las jóvenes adelitas que son mis hijas disfrutan del terror de ficción, al igual que a mi marido.
Eso sí, una vez que empiezo a ver una historia de miedo, no la dejo hasta que termine… mi espíritu de cobardía ante la ficción fílmica necesita presenciar un cierre, saber que concluyó, para que mi cerebro asimile que la pesadilla llegó a su fin.
Supongo que a la permanente historia de terror que vive nuestro país, y que ha tenido capítulos críticos como el 2 de octubre del 68, el halconazo del 10 de junio del 71 y la noche de Iguala del 26 de septiembre de 2014 es algo a lo que quisiéramos dar cierre, pero se complica por la insuficiente información y la impunidad que sus historias implican.
México, en el terror
Cualquiera diría que México es peligroso para ser estudiante. Pero quien contara las historias de sacerdotes, defensores de derechos humanos, indígenas y ecologistas que han sido privados de su vida, también aumentaría la lista de actividades y condiciones de riesgo en este país.
Ser periodista también es peligroso en México si nos basamos en el número de comunicadores y profesionales de la información asesinados que de acuerdo al organismo internacional de Reporteros sin Fronteras el nuestro en cuatro años consecutivos ha sido el país más letal para el ejercicio informativo.
En lo que va de este 2023 ya son 6: Marco Aurelio Ramírez Hernández, periodista independiente de Puebla el 23 de mayo; Luis Martín Sánchez Íñiguez, de la Jornada y Crítica ADN de Nayarit el 7 de julio; Nelson Matus Peña de Lo real de Guerrero el 15 de julio; Jesús Gutiérrez Vergara de Notiface Prensa Digital de Sonora el 25 de septiembre; Ismael Villagómez Tapia de El Heraldo de Juárez este 16 de noviembre y el último, hasta la entrega de estas carrilleras, Edgar Sifuentes Casso, periodista y a la vez comunicador social tamaulipeco.
Es terrible y lamentable que se atente contra personas, sean, periodistas, estudiantes o líderes sociales por el hecho de ser críticos y evidencien los malestares sociales, pero lo que de verdad da miedo es que dejen de hacerlo porque entonces este país caería en un abismo de problemas sin esperanza de visibilizar y mucho menos, de resolver.