Por: Yenitzel Bach | Alquimia culinaria
Zapotlán en Grande, Jalisco.- Milagros es espontánea y de sonrisa transparente. Es carisma. No para de sonreír. Lleva 15 años en el ambiente de juguería y lonchería donde se gana al que llega con su actitud amable, paciente y de servicio.
Milagros hace como un surco en el suelo de tanto ir y venir en el pequeño pasillo que es el kiosquito donde trabaja. En Ciudad Guzmán todos conocemos ese compendio de “kiosquitos” que están a un costado del mercado Paulino Navarro. Ahí venden todo el menú para desayunar, comer o cenar con 60 pesos, que son suficientes para llenar la barriga.
Yo la he visto desde hace mucho. Milagros tiene la habilidad de dejar dos chocomiles batiéndose, mientras exprime las naranjas jugosas de un solo apretón al extractor y mientras lava los trastes acumulados. Al mismo tiempo toma la orden y se da el lujo de platicar y echar un chascarrillo sin descuidar nada de lo anterior.
Ella me conoce bien porque se acuerda que pido un licuado de papaya con jugo de toronja, naranja y cacahuate. Me conoce como conoce a la mayoría de sus clientes porque tiene la memoria aguda, rápida y es una mujer que sabe concentrarse.
La imagen de la pequeña juguería es colorida, llena de opciones para elegir de todo. El azulejo verde oscuro contrasta con la charola de tortas, sándwiches y hamburguesas ya preparadas. Los extractores no faltan. Hay botellas de rompope para el gusto del que quiera probar algo diferente, hay galletas y panecillos, así como cajas de leche, fruta y semillas.
Huele a casa, huele a zumo de los cítricos que se exprimen. Se siente como en casa porque Milagros tiene el espíritu consentidor de cualquier mamá. Escucha atenta, dice que sí a todas las recetas e ideas de sus clientes.
Como cuando le han llevado los atunes para licuarlos con verdura porque sus clientes de régimen alimentario disciplinado así lo han pedido. Trabaja con Blanca Chávez y Pablo Vázquez desde hace 5 años y le encanta porque su mejor definición para su trabajo es que “está muy agusto”
María José tiene casi 15 años y le ayuda a su mamá con todo: sale a los mandados y su mayor gusto es preparar chocomiles. Ella sabe la medida del hielo para buscar esa textura espesa y ese sabor a canela con chocolate que envicia paladares a cualquier hora del día.
Tarde o temprano todos caemos en el vicio del chocomilk porque en casa nunca sale igual. Milagros dice que es “la mano de cada uno”, para ella el sabor está en el cálculo minucioso del hielo y la calidad de la leche. Le creo porque en las cocinas la magia es que la esencia de una persona puede traducirse también en sabor y puede comerse.
Milagros y María José sonríen todo el tiempo, tienen el don de ser felices alimentando a los que llegan encapsulados en su rutina. Tal vez no lo sepan, pero muchos chocomiles, jugos y tortas que han pasado por sus manos, han sido el motivo de calma para muchos estómagos hambrientos que cargan con la taquicardia de sacar la rutina.
MV