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Qué miedo las matemáticas | Un letrero en la pizarra

Por: Carlos Efrén Rangel

Autlán de Navarro, Jalisco. 14 de junio de 2022. (Letra Fría) Para que nutrir mi esperanza en un futuro mejor, acostumbro indagar sobre casos de éxito de jóvenes en todo el mundo, le pongo más atención a aquellas historias en las que la experiencia escolar es causa de éxito. Me he encontrado perfiles muy variados en la diversidad de historias, pero hay una constante reciente: la gran mayoría de los casos de éxito superior, están relacionados a las matemáticas y a la tecnología.

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Muchos programas de formación que realizaron las personas exitosas, como la mexicana Katya Echazarreta quien hizo un rápido pero significativo viaje espacial, son en ingenierías o estudios que tienen a las matemáticas como protagonistas, programas en que es indispensable tener competencias muy desarrolladas de cálculo, números y todos esos conceptos que para la mayoría de las personas les resulta un dolor de muelas. 

Entre mis estudiantes de secundaria, abundan comentarios sobre que las matemáticas son una asignatura que genera resistencias, se matiza con docentes que hacen muy bien su trabajo y que motivan al aprendizaje, pero la materia por sí misma suele generar malestares e incluso temores. Como si por definición, las matemáticas fueran difíciles e inaccesibles. 

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Esta percepción mía puede discutirse mucho, pues conozco a no pocas maestras y maestros de matemáticas sumamente capaces, pero está respaldada por referencias más puntuales: en 2018 se aplicó por última vez la prueba internacional PISA entre estudiantes mexicanos, de las tres áreas que se miden, matemáticas fue la más baja: 409 puntos en México sobre 489 que es el promedio entre los países que integran la OCDE. No se ha hecho ninguna prueba postpandemia, pero será iluso pensar que el panorama mejoró. 

Eso no significa que no haya esfuerzos por mejorar. En este ciclo escolar la Secretaria de Educación Jalisco promovió la Liga de Matemáticas del Estado de Jalisco, que se trata de una competencia entre alumnos destacados de escuelas de educación básica, hasta este momento van tres fases en la que estudiantes han ido superando diversas pruebas, algunas que se han hecho de forma presencial y otras a distancia, todas motivando el aprendizaje del lenguaje matemático que construye el éxito y cambia al mundo. 

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En las dos secundarias en las que trabajo, hay estudiantes que llegaron a la fase final, el mérito es de ellos, sus familias y sus profesores, por supuesto. Pero con el único criterio de que uno de ellos sí es un alumno mío, al que le doy clases y conozco de cerca (con el permiso de su familia por aquello de las implicaciones legales de la mención de menores de edad), comentaré el caso de Diego Cristopher María Mejía, un joven de tercer año de la Secundaria Jaime Torres Bodet, de El Grullo, Jalisco, quien ha tenido resultados extraordinarios: básicamente inmaculados en las pruebas de las que ya sabemos cómo le fue.  

Diego no es muy distinto al resto de sus compañeros: bromea y juega, el timbre que lo llama al receso es liberador y más de alguna vez le he pedido que atienda alguna explicación o participación de un compañero, porque como todo adolescente le encanta platicar. Su talento matemático se expresa de muchas maneras: fue de los estudiantes que desarrolló competencias de autogestión del aprendizaje durante pandemia, tiene un alto sentido de responsabilidad y participa de manera activa en todos los trabajos, y aunque es evidente que lo suyo son los números, el lenguaje es una herramienta que utiliza con eficacia para investigar lo que le llama la atención, salpicando de aritmética y proporcionalidad hasta análisis de los versos de Sor Juana, por ejemplo. 

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De Diego sé también que las matemáticas no se quedan en el salón, a ratos se emplea y los números lo acompañan para ser más consciente de la situación que vive y, sobre todo, de lo que puede hacer para transformarla. La familia en casa y maestros en la escuela han entrado en su apoyo, sus recientes triunfos le han dado notoriedad entre sus compañeros.

Diego es brillante, es cierto y lo era antes de entrar a la escuela. Pero también ha vivido procesos que se han hecho bien y que quizá haya que repetir: el de ligar los números a la realidad que se vive, el de plantear el aprendizaje desde una lógica de interés del estudiante, con mediación, pero sin imposición y esa motivación extra que da el concurso que, de algún modo, hay que replicar y llevar más allá de los alumnos sobresalientes. 

Por lo pronto, tengo la certeza que, sin importar el proyecto de vida, para no tenerle miedo al éxito, hay que perderles el miedo a las matemáticas. Y el ambiente de casa y escuela, mucho pueden hacer para que eso ocurra.  

MA/MA

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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