Lulú Cano Vázquez reflexiona en torno a los hechos ocurridos en Culiacán y las decisiones del gobierno federal.
Por: Lourdes Cano Vázquez
Autlán de Navarro, Jalisco. 23 de octubre de 2019. (Letra Fría) Claro que tenemos derecho a opinar. Contrario a lo que dice Yeidkol Polenvsky, este país goza de leyes que permiten la libertad de expresión, la tuvieron ellos cuando fueron oposición, una muy crítica que nunca fue acallada y a la que nunca le dijeron que no tenía derecho de opinar.
Lo que sucedió el pasado viernes en Culiacán sobrepasó la capacidad de asombro de muchos, y da cuenta de que hemos normalizado la violencia y el crimen. La ciudad se convirtió en campo de guerra como ya ha sucedido en varias partes del país por más de una década, pero no deja de estremecer por su crudeza. El pasado viernes el gobierno Federal fue el gran perdedor y perdió mucho.
Perdió credibilidad, porque en un primer momento Alfonso Durazo dijo que el enfrentamiento se dio a raíz de un patrullaje de rutina en el que soldados y Guardia Nacional fueron agredidos desde una casa. Aseguraron que no se trataba de ningún operativo, para que acto seguido el presidente dijera que sí, se estaba ejecutando un operativo para detener a líderes del cártel de Sinaloa; esto sin las debidas órdenes de aprehensión.
Después, viene lo peor. Detenido el hijo de El Chapo, Culiacán se convierte en un infierno y después de amenazas, narcobloqueos y fuego abierto en las calles de la ciudad a plena luz del día, el Gabinete de Seguridad acuerda, con el consentimiento del presidente, liberar a Ovidio Guzmán, principal captura en medio de los enfrentamientos.
Pierde también autoridad para la sociedad civil porque no se hizo valer el Estado de derecho. No sólo expuso al ejército en franca desventaja en pleno territorio del cártel de Sinaloa, sino también a sus familias que fueron amenazadas apenas empezaba el conflicto.
Se expuso el gobierno federal y quedó en ridículo por sus contradicciones y su torpeza al actuar contra el crimen organizado, por subestimar su poder y capacidad de defensa.
Con pesar observo que el presidente López Obrador pateó el avispero de la manera más irresponsable al no tener una estrategia de seguridad clara contra el narco. Esa metáfora que tanto uso contra Calderón, la ha ejemplificado él de la manera más infame, porque su fracaso fue rotundo.
Liberar a Ovidio Guzmán no fue un acto de humanismo, fue un acto irresponsable consecuente de la nula o deficiente estrategia de seguridad aplicada, porque de haber actuado de manera responsable, esas vidas que se salvaron al entregar a un criminal nunca debieron ser expuestas al peligro.
Ahora usted pateó el avispero, señor presidente, y sin ninguna precaución se fue a meter a la cueva del lobo, sobre sus hombros hay ahora 14 muertos a causa de una serie de malas decisiones que en todo momento pasaron por sus manos. Vaya y dígales a las mamás de todos los que hicieron estallar la guerra en Culiacán que guarden esas armas y por favor ya no causen problemas, siga negando la realidad del país y veamos para dónde nos lleva.
LL/LL
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