Simpatía por el débil | Paren el Mundo… me quiero bajar (Mafalda)

Este domingo, Jesús Medina García escribe su columna semanal. Utiliza una frase inolvidable de Mafalda, para ejemplificar los impactos que tienen las guerras y las violencias en la humanidad.

Por: Jesús D. Medina García

“puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”

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Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de marzo de 2022. (Letra Fría) Cuando iniciaba este milenio fueron convocados por la ONU todos sus miembros. Cerca de 200 países enviaron a sus representantes a esa reunión, con la intención de impulsar “de manera firme y decidida” una cultura de paz. De alguna manera, se concebía al nuevo milenio como otra oportunidad para subsanar los altos grados de violencias (porque las hay y de diferentes tipos) de las llamadas sociedades del conocimiento.

Suena bien, ¿No?

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Se definió que una cultura de paz es un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida, reconociendo que, la paz no sólo es la ausencia de conflictos, sino que también requiere un proceso positivo, dinámico y participativo en que se promueva el diálogo y se solucionen los conflictos en un espíritu de entendimiento y cooperación mutuos. 

“Reconociendo también que el final de la guerra fría ha ampliado las posibilidades de reforzar una cultura de paz. Expresando profunda preocupación por la persistencia y la proliferación de la violencia y los conflictos en diversas partes del mundo”. Y aquí es donde podemos enmarcar la guerra global que ha desatado Rusia.

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En realidad, la Guerra Fría, que dividió el poder de la geopolítica entre Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y por otro a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y a los países que se anexó después de la segunda guerra mundial, vemos con tristeza que nunca terminó esa guerra fría. Se transformó en una guerra por el conocimiento aplicado al desarrollo tecnológico y se impuso la economía de libre mercado que es piedra angular del modo de producción capitalista, con un severo y cada vez más peligroso deterioro ambiental.

Posteriormente a esa reunión de inicio del milenio se emitiría una Proclama solemne” a manera de Declaración sobre una Cultura de Paz con el fin de que los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil pudiesen orientar sus acciones a promover y fortalecer una cultura de paz en el nuevo milenio.

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De esta declaración destacaría los siguientes enunciados:

El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia impulsando actividades por medio de la educación, el diálogo y la cooperación. El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia política de los Estados y de no injerencia en los asuntos que son esencialmente jurisdicción interna de los Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional. El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como el compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos. (Seguro sí).

Afganistán, México, Colombia, Rusia, Estados Unidos y más de 180 países firmaron la declaración y se comprometieron a “cumplir” esos y una treintena más de “enunciados”.

Sin embargo, lo que vemos en el mundo y en el país, sin ser catastrofistas, (hay datos) es más bien el acercamiento a una “cultura de las violencias, la tragedia y la desilusión.” No obstante, siempre hay esperanzas y quienes han dado muestra de tratar de expresar su repudio a la guerra ha sido la comunidad artística, científica y deportiva a nivel global: músicos, actores, bailarines, escritores, performanceros, atletas, investigadores, académicos, científicos. 

El arte como una estrategia para repudiar el lado obscuro de la humanidad.

Pareciera que no tiene mucho sentido el efecto que pueda tener la interpretación del Himno a la Alegría o El Ave María ante la devastación que provoca un misil que cae en un refugio ucraniano saturado de niños, ancianos, jóvenes, etc. 

Pero simbólica e intangiblemente cuenta. Es un canto de esperanza y no importa si lo dice la ONU o el famoso Perico de los Palotes. Surge desde el lado espiritual y luminoso de la humanidad. Meditaciones, repudio al militarismo, oraciones, ayuda humanitaria, solidaridad, empatía, apoyo político y económico de parte de la comunidad internacional, programas emergentes para el fortalecimiento de las socio emociones debilitadas por las secuelas de la guerra.

En fin.

En ocasiones coincido con mi querida Mafalda cuando nos decía en un grito de angustia existencial: Paren el mundo…me quiero bajar.

MA/MA

Queda prohibida la reproducción total o parcial. El contenido es propiedad de Letra Fría.

Historiador y escritor. Ha publicado en diversas revistas, medios y modalidades. Es profesor investigador titular de la Universidad de Guadalajara.

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