Rieleras y juanes permítanme ustedes empezar estas carrilleras con miras al cierre del año con una pregunta retórica ¿Se sienten ecologistas? O sea, si identifican en su actuar cotidiano acciones encaminadas a la preservación y cuidado del medio ambiente, o bien, si vamos por la vida conocedores que hay prácticas que impactan de manera positiva o negativa en nuestro entorno pero que a veces simplemente no tenemos tiempo suficiente para hacer lo que toca, porque al fin y al cabo otros serán quienes lo hagan y nuestros actos individuales poco importan comparados con lo que hace el colectivo.
Si separamos o no nuestra basura, total no estamos seguros de que las autoridades municipales de verdad cumplan con las labores de tratamiento y reciclaje.
Si buscamos la mejor hora para tomar el baño cotidiano cuando el calor del sol le dio la temperatura ideal al agua y entonces no es necesario el consumo de gas para calentarla. Como le hace mi querida tía Conchita allá en El Grullo que se baña a mediodía aprovechando el agua caliente de las tuberías y que lo hace de manera expedita porque si no terminará enjuagándose con líquido frío.
Vida cotidiana
Si al hacer la compra del súper buscamos los productos que menos embalaje, -y por lo tanto menor generación de basura-, implican.
Si cuando compramos comida para llevar proveemos nuestros propios envases para evitar que junto con el pozole o los tacos también aumentemos el volumen de la basura de nuestra casa.
O si optamos por caminar o usar la bicicleta cada vez que podemos en lugar de usar el coche.
Incluso mantener los vehículos en buen estado para evitar emanaciones de gases tóxicos más allá de los necesarios. Todas esas pequeñas acciones de la cotidianidad que en suma significan conductas positivas y benévolas para el medio ambiente.
Sé que muchos me dirán que la velocidad de la vida y sus exigencias no nos dan tiempo para ello; que la casa, que el trabajo, que la escuela, que la familia, que los compromisos sociales, que también tenemos derecho a divertirnos. Y así es, pero al ritmo que vamos, pronto, en realmente muy poco tiempo, ya no habrá espacio, ni ambiente, ni planeta y en suma, vida, para poder vivir y ya no digamos para trabajar, estudiar y convivir.
Una reflexión personal que bien vale la pena para iniciar un nuevo año.