El camión que recoge la basura por la calle en la que vivo pasa los sábados por las tardes. Son hombres amables y acomedidos quienes prestan el servicio, que siendo honestos, ha sido muy regular y eficiente.
Este fin de semana, sin embargo, no le atiné al horario pues pasaron cuando yo aún andaba en la chamba y me quedé con mi bolsa de residuos. Noté que lo mismo le pasó a otro vecino, y uno más nos ofreció su solidaridad: él pasa la jornada en casa, así que podemos dejarle a él nuestras bolsas y él se las da a los del camión.
Es decir, con todo, el asunto se resuelve con menos afectaciones a quienes viven en las inmediaciones de los contenedores.
El incidente me permitió recordar que no hace ni un mes el Ayuntamiento de Autlán se estrenó en transparentar las posiciones; el presidente Gustavo Robles propuso contratar deuda para comprar camiones recolectores, y la oposición se comportó como oposición, dejando claras sus posturas y argumentando, poniéndole sabor a la política, lo que se agradece; con todo, el endeudamiento se aprobó. Pero esta columna no trata de eso, trata sobre la basura.
Mi fracaso del sábado también me motivó a hacer un ejercicio sencillo, sin rigor metodológico, pero sí explorativo, algo que cualquier persona con un celular con conexión a internet puede hacer.
Escribí en Google: “Ciudades del mundo con una atención modelo a la basura”. La búsqueda me arrojó cientos de enlaces y, siendo sincero, solo consulté los primeros tres.
Hay ciudades que no me sorprende que aparezcan por la fama de los países: Osaka en Japón o la sueca Malmö, el primer mundo, pues. Pero luego otras ni las había escuchado: Bo, en la africana Sierra Leona; Kiribati, en Oceanía; o Daca, en Bangladesh.
Y en el último grupo, algunas que sí son referencias porque están en Latinoamérica, donde al parecer el modelo colombiano funciona, pues los sitios consultados citan a Bogotá y Cajicá. Cochabamba, que es una ciudad boliviana, también aparece.
Hay un patrón en las acciones que emprendieron las ciudades para estar en esas listas, en el que da igual si la basura la recoge una empresa, como en Guadalajara, el gobierno, como en Autlán, si lo hace por contenedores o si pasan a tu casa por ella. Todas, absolutamente todas, tienen un programa de reducción, reutilización, reciclaje y separación.
En algunos, le condonan impuestos a quien produce menos basura; en otros, son los negocios quienes han asumido prácticas de reducción, siempre hay infraestructura para la separación. También es una constante un programa que implica que la ciudadanía modifique sus prácticas de consumo y desecho, mismo que, como podemos ver en el caso autlense, brilla por su ausencia.
Si el programa local aún no existe, claro que el gobierno municipal tiene la responsabilidad de ser el primero en elaborarlo, pero también la tenemos las universidades y, sobre todo, la sociedad civil, pues tengo claro que el problema no pasará de la grilla si no se reproducen las acciones responsables, solidarias y participativas, como las de mi vecino que se ofreció a entregar mi basura por si el camión pasa mientras yo sigo en la chamba.
Yo siento que una “ciudad limpia ” no se reduce a ” entregar la basura a tiempo al camión ” … toda la ciudad merece atención hay … muchos lugares que ” nadie ” limpia … y se extiende mas afuera de la ciudad y se va por las carreteras … es triste la situacion ….