Por: David Chávez Camacho
Autlán, Jalisco. 01 de abril de 2019. (Letra Fría) Estamos acostumbrados a saber que hay prisiones y que dentro de ellas viven personas privadas de su libertad. Solemos ir por carreteras y observarlas a lo lejos, imaginar que la vida ahí es muy difícil –como de hecho lo es-, y sentirnos a salvo, libres y protegidos por los muros que encierran a quienes suponemos son los “malos”. Tales pensamientos implican pensar que nosotros, quienes las observamos por fuera, somos los “buenos”.
Tal relato es muy revisable y tiene una lógica llena de supuestos que suelen ser falsos. Lo cierto es que no todos los “buenos” están afuera ni todos los “malos” están dentro. Y, aún más, aunque se dice que la prisión es la universidad del crimen, lo cual es cierto, ésta no genera a los delincuentes, sino que los recibe del “mundo libre”, de la sociedad.
Desde hace décadas, los especialistas saben que la prisión es un fracaso respecto a los objetivos que se le han atribuido, los cuales se sintetizan en la idea de rehabilitación, readaptación y ahora reinserción social, como han establecido las reformas a la Constitución y a las leyes penales durante recientes años en México.
Lo peor de tal fracaso es que es un segundo fracaso, pues antes que la prisión ya fracasó la sociedad, la familia y todas las instituciones. Como la sociedad no quiere darse cuenta de que ha fracasado, encierra a quienes equivocan su actuar, no tanto para rehabilitarles o readaptarles –lo que ya se sabe que no ocurre-, sino para no verles, de una manera similar a lo inconsciente en términos psicológicos.
En términos jurídicos, un crimen es lo que regularmente llamamos conducta antisocial y un delito es un crimen penalizado por la ley. Si se analiza lo anterior, hay muchos crímenes, es decir, conductas antisociales, que se cometen y pasan inadvertidas, incluso aplaudidas, normalizadas, vueltas costumbre. Esa normalización de la violencia se vuelve normativa. Y en tal situación es en la que estamos.
La reinserción social, leo, tiene cinco ejes rectores: educación, salud, deporte, capacitación y trabajo. Es lo que en teoría se ofrece a las personas privadas de la libertad, y es lo que en la práctica se niega a muchas personas libres. Por supuesto, todos debiéramos contar con tales recursos.
Como se ve, no todo es policial, ni nada es blanco o negro.