Rosa Eugenia García Gómez reflexiona sobre la brecha de género que ha existido en la ciencia: «las mujeres enfrentan prejuicios de género cuando se dedican al desarrollo de la ciencia, el conocimiento científico y tecnológico».
Rieleras y juanes, en esta realidad globalizada y contradictoria donde las fronteras siguen siendo motivo de conflictos y de constante movilidad a contextos anhelados por personas de espacios menos favorecidos hacia otros percibidos como tierras de oportunidades, vale la pena analizar el origen de otras fronteras, las del propio pensamiento, en no pocas ocasiones delimitadas por el imaginario social.
Berger y Luckmann hablaban de la construcción social de la realidad y Simone de Beauvoir le encontró sentido y aplicación en los determinismos sociales creados de manera limitante para las mujeres.
Ella cuestionó cómo las ideas que se crearon a lo largo de los siglos colocaron a las mujeres en desventaja, al ser su papel generalmente aceptado como periférico y satelital al de los hombres.
Conocí a Jade Ponce, una joven mexiquense que estudia mecatrónica en el Instituto Politécnico Nacional, pero sobre todo una chica que con su iniciativa y acciones busca que las niñas y las adolescentes derriben las barreras de género respecto al acceso al campo de la ciencia y la tecnología. Un campo que tradicionalmente se espera sea masculino.
¿Qué habría sucedido si Einstein hubiera nacido mujer?
Jade platicó con jóvenes universitarios y les lanzó una pregunta provocadora ¿qué habría sucedido si Einstein hubiera nacido mujer?
Quizá la teoría de la relatividad habría pasado de noche o ni siquiera hubiera salido del pequeño espacio doméstico o laboratorio casero de su creadora. O a lo mejor, para un destino más positivo para la humanidad, que no para la brillante científica, algún hombre le hubiera robado sus ideas y las habría hecho pasar por propias a fin de que la comunidad científica le diera la oportunidad de tomarlas en cuenta.
La UNESCO lo denunció en 2021: las mujeres enfrentan prejuicios de género cuando se dedican al desarrollo de la ciencia, el conocimiento científico y tecnológico.
En el imaginario construido socialmente la ciencia no es para las mujeres, por eso los bajos índices de niñas que consideran se pueden desarrollar en el ámbito de una ingeniería. De ahí que ni siquiera llega al 20% la matrícula de mujeres en carreras relacionadas con ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Por lo anterior es que quizá ustedes, mis revolucionarios lectores, quizá nunca hayan escuchado hablar de los importantes aportes botánicos de María Agustina Batalla Zepeda; o de los estudios sobre las estrellas de mar de María Elena Caso; o de la labor promotora de textos científicos de Alejandra Jáidar Matalobos; o del impulso a la biotecnología de Susana Azpiroz Riveiro; todas ellas pioneras mexicanas que se abrieron paso en un mundo masculino, poco comprensivo de que la inclusión y la equidad también son imprescindibles para el ámbito científico y tecnológico de todos y todas quienes compartimos esta realidad social.
Por Rosa Eugenia García Gómez