Por: Marche Garciroja
Autlán de Navarro, Jalisco. 27 de julio de 2022. (Letra Fría) La sustancia de la poética no es el texto considerado en su peculiaridad sino de lo que suele llamarse la literariedad de la literatura, es decir, el cúmulo de cualidades generales o eminentes, tales como lo son los diferentes tipos de discurso, modos de enunciación, género literario del que depende cada texto singular.
En un sentido más concreto, la transtextualidad o trascendencia textual del texto, preciso como todo lo que pone al texto en relación manifiesta o secreta con otros textos.
Innumerables son las ocasiones en que la literatura concede a los ociosos cobijo y comunidad, porque no se piense que la “nueva normalidad” es la que nos congrega en islas de indolencia e indiferencia, no, esto es de condición humana, no de tiempos.
El arropo que las letras propician sin aparente reciprocidad es un dechado de virtudes para todos los que necesitan un espacio seguro, donde no exista el juicio infundado y la mofa. Escucho pregonar constantemente, y puntualizado que no importa ser estudioso del fenómeno literario para comprenderlo, que no bastan los estudios universitarios para infundir el carácter y rigor que la composición de la prosa y el verso requieren para su recepción.
Antonio Alatorre ejerció con ética y decoro intelectual el oficio milenario de forjar la palabra y con esta edificar el conocimiento, en reiteradas ocasiones aquí en su pueblo natal Autlán de la Grana se han manifestado sus “seguidores” para hablar de su tiempo y época, pero ninguno de ellos han logrado deconstruir la obra profusa del maestro al que creen conocer por las notas de Wikipedia y la trama que crean alrededor de un personaje ordinario con una historia extraordinaria.
Tremenda situación porque de la misma forma que la filología enmarca el hecho de que al pueblo se le conoce por lo que se escribió en este, a Alatorre se le conoce por todo lo que escribió sobre sí mismo a través de sus estudios filológicos, su deliciosa y elegante crítica literaria que desde luego denotaba el gran lector que fue, porque solo un lector asumido como tal puede llegar a descomunales análisis y comprensión de los mundos que se habitan a través de una línea compuesta por la sutil caricia de un sujeto, verbo y predicado; sustancia, fuerza, pasión y circunstancias.
Yo no coincidí en la línea temporal con Antonio, pero me envuelve un halo de realidades compartidas, ambos nacimos en “esta ciudad […] un llano en torno de tres leguas entre arboledas de frutas, […] en laderas de unas sierras” un valle ubicado en los confines de Mesoamérica, en donde sabemos que no se hablaba náhuatl sino una lengua local llamada auteco; un guiño muy especial para quienes nos decidimos dedicar al estudio de la hispanidad.
Así como él yo también tuve que irme de aquí para poder seguir estudiando, y no es que no tuviera las oportunidades con las que él no contó pero decidí el estudio de las letras y esas no tienen cabida en un sitio donde sólo hay espacios para la musical y la danza folclórica.
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas? / ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner / bellezas en mi entendimiento/ y no mi entendimiento en las bellezas? Antonio Alatorre no es solo un referente de alta estima por nacer en estas tierras tropicales, es sin duda un estudioso incansable, fundido en oro y plata más allá de los tiempos, discurrir en sus letras es una deliciosa caricia, con una prosa pulcra y elevada recurre a un discurso cercano y amigable, sin minimizar el entendimiento de su lector, sin subestimarle. En su obra Cuatro ensayos sobre poética, se corrobora la rigurosa y lucida consciencia con la que nos guía una voz emotiva y un carácter bien definido.
Lamento mucho como autleca y más aún como hispanista que hayan espacios tan cerrados y tan comprometidos en difundir la vida de Antonio y no dignificar su creación literaria, porque parece que solo la ficción de La migraña lo coloca en el mundo literario pero él, señoras y señores, es un auténtico ciudadano de la República de las Letras, exponente de la tradición literaria, sus profundas lecturas y análisis son el mapa que nos guía hacía el gran misterio de la ciencia del lenguaje y todo lo este es capaz de proponer como una de las más notables evoluciones humanas.
Los estudios lingüísticos en México no serían referente de admisión a posibles convergencia sin las majestuosas aportaciones del maestro del cual sus estudiantes se enamoraban a primera clase, donde no se escatimaba díscolamente en ningún impacto emotivo que las palabras producen en el centro de cada una de nuestras realidades.
Cien años no bastan para que se reconozca la trascendencia textual de una de los relatos más significativos de nuestra historia, publicado un 25 de julio de 1922, con edición nada pretenciosa y un contenido sumamente apabullante, con un reducidísimo grupo de lectores que van tras sus reediciones y buscan con vehemencia tener esa cercanía ante imperioso personaje tan humano como tú que lees estas líneas.
Lectura complementaria ||Ensayos sobre crítica literaria
Antonio Alatorre ||Lecturas Mexicanas
CONACULTA
CAC
