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Cuidado, son de cristal

Para Carlos Efrén Rangel, la generación de cristal son un numeroso grupo de personas que nos han motivado a dejar de normalizar situaciones funestas para nuestra vida personal y colectiva. "El cristal no solo es frágil, también tiene entre sus cualidades transformar la visión de la realidad", explica nuestro columnista.

(Foto: Esther Armenta León)

Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la Pizarra

Autlán de Navarro, Jalisco.- La generación de cristal está tomando los puestos que les corresponden. Las personas que andan entre los 18 y los 25 años, más o menos, salieron o están en proceso de salir de la universidad, y como es natural toman posiciones protagónicas: acceden a espacios de trabajo, lo que los hace ganar dinero, por lo tanto, se convierten en un mercado atractivo y también, ya tienen experiencia que los hacen tener posturas ante el mundo, y las expresan sin sutilizas, la clase política las toma en cuenta porque electoralmente, son votos atractivos. Les llaman generación Z, Centennials o a veces de manera despectiva, Generación de Cristal, y sí, ojito con ellas, ellos y elles.

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Debo aclarar que no comparto la intención desdeñosa del término “generación de cristal”, pero me parece importante poner en común los rasgos de personalidad que les hicieron ganarse el apodo. Una de las características del cristal es que es frágil, fácil se rompe. Y los adolescentes tardíos de esta época han demostrado muchas virtudes de las que hablaré en un ratito, pero otras características que honestamente exasperan: podemos resumirlas con una mínima tolerancia a la frustración, y baja expectativa de esfuerzo.

“Hay una generación de cristal a la que se le muere el gato y dejan de trabajar”, la periodista argentina María Julia Oliván soltó esta frase en una entrevista y provocó marejadas de opiniones que visibilizaron las diferencias generacionales. Cuando esta frase se compartió, muchos jóvenes expresaron que la muerte de la mascota es un dolor insoportable que los imposibilita atender sus responsabilidades, y los menos jóvenes reconocieron que sí bien sí genera un duelo, no es un motivo para evitar afrontar la vida.

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En mi experiencia en las aulas de secundaria, sí he observado cambios. Abundan estudiantes que genuinamente se entristecen sí les hago una observación sobre cómo mejorar su trabajo, o quienes genuinamente padecen ansiedad ante volúmenes de tareas que honestamente están pensadas para lograrse en el tiempo efectivo que dura una clase. Los más graves, son quienes se ofenden cuando hago uso del reglamento para marcarles límites que garantizan la convivencia, la reacción ante la frustración ha sido virulenta. Como no es mi intención hacerlos sentir mal y observo que genuinamente no satisfacer sus expectativas inmediatamente los abate, busco alternativas genuinas que también honestamente han obligado a sacrificar la calidad de lo aprendido. Es fácil utilizar cualquier motivación que los estudiantes atesoren para encausar sobre ella el aprendizaje; en cambio es un galimatías construir motivación en alguien a quien nada emociona, nada entusiasma y muchas cosas lo ofenden.

Sin embargo, hay rasgos de esta generación que honestamente me ilusionan, quizá el ejemplo del vidrio nos siga sirviendo. El cristal no solo es frágil, también tiene entre sus cualidades transformar la visión de la realidad. Es a través del cristal que los anteojos nos permiten leer a quienes padecemos miopía, es el cristal del telescopio lo que nos permite explorar el universo y fueron un par de prismas de cristal con los que Newton desentrañó los misterios de la luz que volvieron vertiginoso al progreso.

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La generación de cristal también ha fungido como esos prismas, son un numeroso grupo de personas que nos han motivado a dejar de normalizar situaciones funestas para nuestra vida personal y colectiva. Su espíritu combativo ha obligado a que todos seamos más conscientes del cuidado del planeta, de los derechos laborales, de la salud mental, de la necesidad de replantear los pactos entre hombres y mujeres; nos han motivado a reconocer la diversidad sexual, étnica, racial, cultural como una fortaleza, y ese me parece que es un aporte mucho muy valioso.

Los pleitos entre jóvenes y adultos se repiten generación tras generación, de cada encontronazo hemos ganado rasgos, prácticas y derechos que hacen del mundo, un mejor lugar para vivir. Hago votos para que de la lucha con los Centennials se herede las virtudes reivindicadoras de garantía y en el camino, aprendamos a gestionar la frustración y las derrotas de un mundo cada vez más exigente, pero que nunca a nadie le ha planteado una existencia ajena al dolor. Ojalá que esta confrontación nos deje una generación que nos permita observar los pactos injustos en casa, en la escuela, en las dinámicas de producción.

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Cuidado, que son de cristal y mostrar lo que es invisible al ojo, también está entre sus cualidades.

MV

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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