Por: Diego Romero Vargas
Originalmente, esta primera columna se suponía sería la presentación de mi espacio. Toda la perorata intelectualoide que planteará el abanico de posibilidades para plantar expectativas entre los incautos lectores (que antes que nada, muchas gracias por estar aquí).
Sin embargo, no recordaba que este domingo está agendada la revocación de mandato del tlatoani, así que lamento este primer contacto porque posiblemente genere la peor primera impresión y caiga mal a los lectores.
Primeramente, pondré unos primeros puntos sobre las i´s.
Esta revocación de mandato no deja de ser un ejercicio de legitimación del régimen con una gran estructura electoral morenista detrás que, evidentemente busca complacer los deseos del gran líder de abanderarse como líder y voz del pueblo. Podemos tacharlo de fútil y según la retórica de algunos, un despilfarro del recurso nacional. Además de aderezarlo con las líneas que ahora son clichés: “cortina de humo”, “simulación”, “populismo” etc…
También, podemos señalar cómo el actual régimen no ha solucionado una gran cantidad de problemas, varios se han potenciado y algunos nuevos han aflorado. Está claro que estamos viviendo tiempos difíciles, transversales casi a la totalidad de la población humana, evidentemente no podemos pensar que nuestro pedacito de terruño nacional vilipendiado por la marcha de la historia tendría mucho con que resistir a la vorágine de coyunturas acumuladas en siglos de colonialismo y a la salida del que fuera quizás, el siglo más conflictivo y destructivo de la humanidad que incluso aún genera sus ecos en nuestra realidad.
Sin embargo, también creo justo hablar sobre lo que debería ser esta jornada de consulta popular y su importancia dentro de la maduración de la vida política nacional, así como su significación para la paulatina construcción de la democracia que constantemente se tambalea, porque así como al presidente se le recuerda que los problemas heredados deben de ser afrontados y no esquivados y maromeados, debemos de ser conscientes que nuestra relación con la participación política necesita verse de cara a la sociedad de la información y que nos vayamos planteando los alcances y dinámicas de las pretendidas democracias que constituyen los esquemas de la administración de la vida pública.
La participación ciudadana es un poco más que una fábula porque hoy en día la mayoría de códigos legales y constituciones de los estados nación no logran verse más nuevos que los resecos y pútridos labios de quienes enunciaron sus contenidos por primera vez en procesos legislativo que en su mayoría ya rebasan la centuria.
Se supone que esos legisladores expresaron la voluntad de sus representados, sin embargo, debemos de comenzar a pensar estos relatos como mitos que tienen que ser creídos para que estos documentos sean repositorios de una legitimidad mínima por las sociedades que yacen bajo sus normas. Mito que sirve para mantener una sociedad medianamente conforme que lejos está de realmente empoderar a la población y poner el demos en el kratos.
Serán cosas azarosas de la real politik y de los populismos masivos que amenazan con destruir las democracias en muchas partes del mundo (si es que llegaste a creer que el populismo alguna vez salió de la vida pública). Pero hay una serie de proclamas presidenciales por lo menos interesantes en las cuales se enarbolan mecanismos como los refrendums o las consultas populares como la que hoy llama este tema.
Pareciera que por parte de la oposición (la que está fuera de Morena) la debilidad de confianza en la estructura electoral se vuelve ahora el mejor recurso para llamar al abstencionismo de las masas, acusando como ir a emitir una opinión, cualquiera que esta sea, no es otra cosa que hacerle el caldo gordo al tlatoani.
Y en parte sí tienen razón, sin embargo debemos de ser conscientes cómo estos ejercicios no son el pan de cada día en nuestras mal llamadas democracias. Debemos de apelar a la popularidad paulatina de este tipo de ejercicios en pos de mantener estos tipos de instrumentos, porque sí, sabemos que al final de la jornada del domingo el presidente continuará su mandato; su masiva estructura populacha y la simpatía genuina que despierta entre ciertos sectores de la población le darán el resultado que tanto espera. Pero en 3 años ¿dónde nos vemos?, no hubiera sido letal un instrumento ya institucionalizado como este el sexenio pasado después de que a dos años de gobierno la administración colapsara memificando aún más al copetón y grabándolo en el imaginario popular como un pelele de los intereses políticos que realmente importan al poder?
Cuántos políticos no hubieran tenido más de un revés y terror nocturno ante la posibilidad de cesarlos de sus cargos de manera pacífica. Debemos de pensar a futuro, construir el proyecto que actos como este no sean una cortina de humo, sino el pan de cada día de la construcción de la democracia. Ahora, este tipo de ejercicios son descalificados argumentando que la apertura política a las masas sólo nos llevará a las ideocracia, a la dictadura de estupidez de las masas desinformadas y carentes de educación, pero no consideramos cómo esta apatía y falta de responsabilidad política son producto de la disfuncional forma de establecer una comunicación entre el estado y la sociedad. (Desvanecerla debería ser el objetivo principal de la democracia). Además, recordemos que la enorme debilidad y deslegitimación del sistema electoral no ha sido en vano.
He visto ríos de bits escritos en redes sociales comentando cómo el someter a voto popular a los magistrados de la suprema corte así como a los consejeros encargados de salvaguardar la democracia sólo traerá caos a la sociedad. ¿Tanto miedo nos tenemos entre nosotros mismos?
Podemos leer cantidad de panfletos acerca de la responsabilidad individual, pero al final del día no serán las moralejas que de ellos extraigamos, debemos de ejercer y aprender de nuestros errores y metidas de pata. De igual forma, la responsabilidad política sólo será el resultado de un aprendizaje compartido donde las decisiones compartidas tengan consecuencias reales en la vida pública, donde nos tomemos el tiempo de admitir que todo acto es político en mayor o menor medida y que no debería de ser un tema tabú.
Sobre la mesa compartiendo cena junto con el futbol y la religión.
Después de este domingo no deberíamos estar agradecidos con el presidente, sino con las personas que con su participación nutrieron el ejercicio político en busca del bien común independientemente de su postura.
Y en el improbable caso que alguien pida mi opinión, le diría que debería de ir a votar aunque sea a anular su boleta. Porque debemos de hacer que la consulta de nuestra opinión no sea una singularidad producto del escenario político del momento, sino costumbre.
Nos leemos en dos semanas.
MA\MA
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