“La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en muestra tenaz lucha contra la destrucción”
Irene Vallejo
Autlán, Jalisco.- Hace tiempo que no disfrutaba tanto la lectura de un texto y esto me sucedió con ”El infinito en un Junco” de la escritora española Irene Vallejo. La obra aporta una gran cantidad de datos estructurados con una narrativa elegante, sólida y sin lucimientos excesivos.
Para ella “La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en muestra tenaz lucha contra la destrucción. A los juncos, a la piel, a los harapos, a los árboles y a la luz hemos confiado la sabiduría que no estábamos dispuestos a perder. Con su ayuda, la humanidad ha vivido una fabulosa aceleración de la historia, el desarrollo y el progreso. La gramática compartida que nos han facilitado nuestros mitos y nuestros conocimientos multiplica nuestras posibilidades de cooperación, uniendo a lectores de distintas partes del mundo y de generaciones sucesivas a lo largo de los siglos”.
A lo largo de este multipremiado ensayo la autora nos revela verdades asombrosas:
“Los griegos no fueron el único pueblo que esclavizaron los romanos, también una multitud de hispanos, galos y cartagineses, entre otros, cayeron en la servidumbre. La peculiaridad de los cautivos griegos consistía en que muchos de ellos eran más cultos que sus amos. Las profesiones de prestigio que hoy practican los hijos de las clases medias y altas fueron en Roma territorio de esclavos. Para nuestra sorpresa, los médicos, banqueros, administradores, notarios, asesores fiscales, burócratas y profesores de aquella época eran a menudo griegos privados de libertad”.
Hay que recurrir a la imaginación para entender la conformación y funcionamiento de estas sociedades:
“Los nobles romanos con aspiraciones culturales podían acudir una mañana cualquiera a los mercados bien abastecidos de la capital para comprarse un intelectual griego a su gusto, que educaría a sus hijos, o simplemente les otorgaría el prestigio de tener un filósofo de guardia en casa. Fuera de los hogares, la mayoría de los maestros de escuela eran también esclavos o libertos griegos. Todo el trabajo de cuello blanco y de escritorio era su especialidad. Además, sostenían la administración del Imperio y su sistema legal”
Una familia de encumbrados nobles, privilegiados en todos los sentidos podía dormir bajo esas condiciones y amanecer siendo esclavos si su ciudad perdía una guerra o sufría una invasión. Incluso filósofos de enorme prestigio como Platón o Diógenes fueron vendidos como esclavos.

¿Para qué sirve estar desde el presente hurgando en el pasado?
“Conocer todos esos precedentes nos ha inspirado ideas tan extravagantes en el reino animal como los derechos humanos, la democracia, la confianza en la ciencia, la sanidad universal, la educación obligatoria, el derecho a un juicio justo y la preocupación social por los débiles. ¿Quiénes seríamos hoy si hubiéramos perdido el recuerdo de todos esos hallazgos, igual que olvidamos durante siglos las lenguas y los saberes de las civilizaciones egipcia y mesopotámica? El escritor Elías Canetti, respondió: si cada época perdiese el contacto con las anteriores, si cada siglo cortase el cordón umbilical, solo podríamos construir una fábula sin porvenir. Sería la asfixia”.
Debemos comprender que existen varios senderos – puentes que unen al pasado y al presente-, para Irene son los libros, el alfabeto, la escritura. Pero hay muchos más: la gastronomía, los lenguajes, las artes, el trabajo, sin mencionar los de orden genético.
Considero que hay aún varios senderos-puentes que necesitamos fortalecer y otros que habrá que hacer una labor de arqueología mental para identificarlos e impulsarlos. Urge encontrar esos grandes almacenes, acervos, patrimonios. Tenemos la ventaja de usar las tecnologías para ese propósito, sobre todo con las nuevas generaciones, con los nuevos humanos, crear nuevas democracias, mejores sistemas educativos y ni modo; hay que cambiar el sistema o modificarlo, desde dentro o desde afuera, o mejor ; desde ambos lados.
Hagamos caso a lo que menciona Canetti: “si cada época perdiese el contacto con las anteriores, si cada siglo cortase el cordón umbilical, solo podríamos construir una fábula sin porvenir. Sería la asfixia”
Quitémosle el control a los violentos, a los creadores de los falsos valores y metas que nos venden como el único camino a la felicidad, cuando en realidad son efímeramente destructivos.
Rescatemos la vida del planeta desde la cultura ya sea derribando y/o construyendo puentes de aquello que efectivamente son los hilos conductores entre el conocimiento pasado y el de ahora digitalizado y postpandémico. Nos urge recurrir a ellos pues seamos sinceros: este no es el mejor de los mundos posibles.
