Por: Rosa Eugenia García Gómez | Las carrilleras de Adelita
Zapotlán El Grande, Jalisco. 27 de octubre de 2022. (Letra Fría) Rieleras y juanes, en términos de inclusión y equidad, ¿qué tan abierto está el mundo para que las mujeres gobiernen? Es sabido su difícil acceso a los cargos públicos de poder. Hay países como México, Estados Unidos y España en los que jamás una mujer ha ocupado la silla presidencial o su equivalente. Y la teoría de estas trenzas es que el asunto es de origen cultural, pues a pesar de las narrativas de apoyo solidario, en la realidad persisten los obstáculos para que la igualdad en temas de poder político se haga presente.
Dos botones de muestra recientes. 9El primero en términos de actualidad, el segundo desde la proximidad latinoamericana. Liz Truss, la ex primera ministra británica que ha pasado a la historia de ese país europeo por ser la que menos tiempo estuvo en el poder tras sólo 45 días desde que fue invitada al cargo; y Dilma Rousseff, mandataria brasileña entre 2011 y 2016, quien dejó el poder en un contexto de enjuiciamiento político por acusaciones de corrupción.
Liz Truss llegó al poder tras un predecesor hombre, Boris Johnson, que tuvo serias dificultades con la pandemia por Covid 19; con la salida del Reino Unido de la Unión Europea –antecedida por un Brexit de tinte nacionalista-; y con los altos índices inflacionarios; además, el contexto de guerra europeo protagonizado por Rusia y Ucrania fue un factor que también afectó su capacidad de mantener la estabilidad económica. Todas estas, circunstancias que llevaron a su dimisión, fueron las mismas con Truss, con serias diferencias en el lapso de tiempo y las circunstancias, pues a ella sus compañeros de partido la criticaron en su afán de establecer medidas drásticas que pusieron aún más nervioso al ya desde antes tembloroso sistema económico inglés. Así, Liz Truss quien recibió críticas de extraños, también enfrentó a sus propios colegas del partido conservador, quienes la aislaron para finalmente dejarla sola en un contexto de descalificaciones.
Lo que más marcó mi recuerdo de la salida de Dilma Rousseff fue la reacción de mis amigos cariocas, a la sazón una docena de ellos con quienes compartí una estancia académica en Canadá en 2016, quienes eufóricos y triunfalistas declaraban que estaban muy orgullosos del derrocamiento de la mandataria. Sus narrativas aludían a los niveles de corrupción de su gestión. Lo que no pude evitar es recordar la historia de gobiernos corruptos que han estado no sólo en aquel país, sino en todos los de nuestra querida América Latina, incluidos algunos dictatoriales, todos ellos por cierto protagonizados por hombres, y que nunca terminaron en un proceso de juicio político, como sí sucedió con ella.
El punto no es si la capacidad para gobernar es paralela al género, sino el imaginario social construido desde la cultura para dar un trato equitativo a los gobiernos presididos por mujeres y por hombres. Este par de experiencias dan claves para entender cómo las sociedades tienen menos tolerancia y mayor grado de exigencia y crítica exacerbada para las gobernantes mujeres que para los hombres. Ciertamente, en materia de cultura política, sensibilizada por los criterios de equidad e inclusión, aún queda mucho camino por recorrer.