Lo que miro desde el surco | Estar vivo, sano y feliz

Por: Rodolfo González Figueroa

La Ciénega, Jalisco; 28 de junio de 2019. (Letra Fría) La principal lucha que tenemos al frente es estar vivos”. Mencionó en una reunión nacional un campesino indígena de Oaxaca ante la prolongada y transexenal escalada de violencia en este resto de país. Y yo agregaría: la principal lucha, además de estar vivos, es estar sanos. Y también felices.

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Estar vivo.

Estar sano.

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Estar feliz.


Qué desafío tremendo en tiempos de muerte, enfermedad, estrés y depresión. Qué locura lograr ese estatus. Y que osadía lograr ese cometido.

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Porque, ¿cómo estar vivo sin morir un poco día a día? Cuando desaparecen personas, especies de flora, de fauna así, como si nada.

¿Cómo estar sanos con tanta porquería física, energética y emocional que nos tragamos o nos obligan a tragar cotidianamente? Cuando se encuentra Glifosato, sustancia cancerígena, en todos los niños muestreados de una telesecundaria de un pueblo rodeado de monocultivo cañero (adicto al herbicida con glifosato) y seguimos comiendo tortillas de maseca que, científicamente, también se ha demostrado que contienen tal sustancia.

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 Y, ¿cómo estar feliz con tanta noticia negativa, con tantos agravios al sentido común, a la propia vida? Como estar feliz si nadie puede ya disfrutar los calores que nos receta merecidamente la naturaleza ni podemos degustar visualmente los colores que nos indican los cambios drásticos que hemos ocasionado en nuestro entorno.

No hay peor lucha que la que no se hace. Y, la lucha que se hace es cada vez mayor de parte de los acaparadores y extractivistas por seguir acaparando y extrayendo que la de los ciudadanos por negarse al control y al dominio externo.

Así parece pues. La tendencia lo dice, lo indica. En la “Cuarta Transformación” el extractivismo existente se mantiene y el neoextractivismo avanza.  Mientras al pueblo, el Estado Omnipresente, le brinda becas, compensaciones, pensiones, apoyos y ayudas disgregando la organización local, los colectivos independientes, las asociaciones civiles. Y a quienes todavía luchan por la tierra, el agua comunitaria, la autonomía, por la autodeterminación y la libertad se los tacha como de “radicales conservadores” intimidándoles con paramilitares, asesinando a sus líderes.

El ser humando no encontrará la libertad y felicidad dentro de la sociedad del empleo, de la subordinación a un mesías, dentro del sometimiento, de la dependencia así sea con todas las prestaciones legales. Y menos cuando viejos conceptos se siguen posicionando, luego de 100 años, como vigentes. “Detonar el desarrollo en la región”, “impulsar el progreso”, “modernizar la región”. Frases y decretos que revolotean y aumentan en sus dígitos, apantallan en presupuestos opacando la biodiversidad, la interculturalidad, el derecho a ser y estar.

Mientras, una situación ha sido y es clara: la población mayoritaria de este país, indígena-campesina-rural ha sido eternamente excluida acerca de decidir sobre su presente y sobre su futuro, así como transgredida y violentada por su pasado. Ahora, lo máximo que se ha logrado, es preguntarnos si estamos de acuerdo o no con los planes que usureros, burócratas, corporativos trasnacionales piensan hacer con nosotros. Y maquillan las preguntas; ¿Quieres la pobreza para tu región o quieres el bienestar?

Paralelo, el país se militariza al máximo sueño de Calderón. Hasta la Ciudad de México tendrá Guardia Nacional operando. Algo que ni Calderón soñó.

Pero soñar, quizá, puede ser el camino para no perder la lucha que no se hace. Porque estar vivos, respirando, ya es ganancia. Y más vale aprovechar la poca lluvia de este temporal que limpia el horizonte y hace retoñar en verdores oxígenos mejores que, en alguna inhalación profunda nos puedan despertar la mirada punzante y hacernos ver que la felicidad, la salud y la vida están más cerca de lo que pensamos.

Bastará con defender la tierra, el agua, el terruño. Se necesitarán guerrer@s defensores de la alegría, el sentido común, el amor. Luchador@s de la salud sin fármacos. Combatientes de la felicidad sin estupefacientes. Revolucionarias del desarrollo sin cemento, del alimento sin aditamento. Hadas, magos, hechiceros, chamanes y brujas, curanderas aliadas con aluches, duendes y sabios del tiempo, ancianitas y bebés descubriendo las dimensiones y portales a donde introducirnos para reconstruir todo este turbio cochinero.

MA

Neocampesino de la nueva masculinidad, Ingeniero en Recursos Naturales y Agropecuarios (IRNA, por el Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara. Maestro en Agroecología, Cultura y Desarrollo Endógeno Sostenible por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Centro Universitario Agroecología Universidad Cochabamba (AGRUCO,) en Bolivia. Asesor, acompañante y tejedor de procesos agroecológicos desacademizados con perspectiva de género y descolonización epistémica.
Pedagogo popular, amo de casa con paternidad responsable, jornalero, peón de albañil y asistente técnico bioconstructor. Borracho, poeta y loco. Ocioso por el puro placer, intento de deportista. Estudiante de la especialidad en Soberanías Alimentarias y Gestión de Incidencia Local Estratégica. Fracasador constante exitóso en rebeldía.
Correo: rodorganico@hotmail.com

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