Por: Martha Verónica Guerrero Aranda
Autlán de Navarro, Jalisco. 03 de mayo de 2022. (Letra Fría) En muchísimas ocasiones en diversos espacios cuando quieren justificar la elección de mujeres para alguna función pública, postularlas para que realicen alguna actividad o desempeñen algunos trabajos he escuchado las siguientes frases “las mujeres son más honestas, incorruptibles, tranquilas, trabajadoras, organizadas etc. etc. etc.” y por supuesto que no estoy de acuerdo con esto, las mujeres al igual que los hombres, somos seres humanos con defectos, errores, virtudes y aciertos.
Por otro lado, también en diversos foros a los que acudí cuando se discutía la obligación de los partidos políticos de aplicar las cuotas de género para determinar a las personas que serían postuladas para los cargos de elección popular una preocupación muy presente y que siempre externaban los hombres era que “tendrían que capacitar a las mujeres para postularlas”. Esto llamaba mucho mi atención porque yo me preguntaba ¿Acaso han capacitado a todos los varones que han postulado para algún cargo?
Es decir, estas “preocupaciones” que externaban tienen implícita la creencia de que las mujeres no tenemos la capacidad de ejercer el poder o tomar decisiones, gobernar o dirigir un municipio estado o país y por ello habría que reforzar estas habilidades a través de talleres o cursos. No podía dejar de pensar en la cantidad de mujeres que veo participando o adscritas en los diferentes partidos políticos y pensaba en ellas escuchando que sus compañeros tuvieran la duda de si podrían ejercer la política de manera óptima. ¡Qué decepción!
Sin embargo, en ambos casos no depende del sexo biológico con el que nacemos la capacidad o no de realizar actividades en la esfera pública, como tampoco determinan nuestras virtudes, habilidades, conocimientos o emociones éstas al igual que nuestro carácter, personalidad o como quieran llamarle. Las vamos adquiriendo y en ello intervienen los contextos en los que nos vamos construyendo como individuos y como seres sociales.
Lo que es innegable es la posición de las mujeres en el devenir histórico con referencia al ejercicio del poder, el acceso a los espacios públicos y en general dentro de la construcción histórica sea ésta individual o colectiva. Martha Lamas menciona que: “las mujeres no poseen virtudes esenciales que las hagan mejores que los hombres, han sido circunstancias históricas y culturales las que han establecido diferencias en el desarrollo de unas y otros”.
Pero son precisamente estas circunstancias culturales las que debemos de modificar actualmente para que cambie esta concepción y permita una nueva forma de relacionarnos socialmente, porque claro está, que esta sociedad demanda patrones y comportamientos culturales diferentes.
Sobre todo, porque en esta nuestra realidad las mujeres nos estamos haciendo presentes en todos los lugares; en los discursos que escuchamos sean estos literarios, políticos, sociales, culturales, humanistas, televisivos, radiofónicos siempre de alguna u otra manera estamos nombradas, es decir, en el campo discursivo nos encontramos ya posicionadas, pero por otro lado en el aspecto práctico, en el cotidiano, en el de calle, ahí no, en ese espacio no hemos avanzado igual ni de la forma en como quisiéramos “no hemos llegado a destino” dice Rita Segato.
Esta presencia discursiva ha sido alcanzada principalmente por los diversos movimientos feministas, que a lo largo de su historia han pugnado porque la visibilización de las mujeres sea reconocida, de la misma forma ha dejado claro que esta desigualdad deviene de un sistema patriarcal, un sistema que es un orden político universal y que es preciso deconstruir.
Las luchas feministas proponen otras formas de política, nuevas formas de felicidad y bienestar, un orden social diferente, dar un vuelco al mundo, para mirar otras posibilidades de convivencia, pero sobre estas propuestas y acerca del movimiento feminista, mejor les compartiré en la próxima colaboración.
MA/MA
