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Bukele y Norma Lizbeth. La escuela es un riesgo carnal

Carlos Efrén Rangel nos habla de los casos de Norma Lizbeth y del presidente de El Salvador Nayib Bukele, tragedias aparentemente inconexas que se sintieron cercanas para nuestro columnista. Nos invita a reflexionar sobre los procesos educativos, la violencia y el autoritarismo.

Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la pizarra

Autlán de Navarro, Jalisco. 28 de marzo de 2023. (Letra Fría).- No estoy seguro cuál de las dos ideas llegó primero, lo cierto es que ambas tragedias aparentemente inconexas se sintieron cercanas, como si una fuera consecuencia de la otra. 

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Durante una reunión de profesores, se lamentó el terrible asesinato de una estudiante de secundaria en Teotihuacán. La escena fue escalofriante por lo familiar, porque nunca con esas consecuencias, pero sí con pleitos que han ocurrido en escuelas de estos rumbos, una riña de las de toda la vida: “a la salida nos vemos” en el paraje despejado, ajeno a la vigilancia escolar, con una violencia desmedida azuzada por compañeros que graban y gritan pidiendo cada vez más violencia, cada vez más sangre. 

Norma Lizbeth murió, lo que solo es posible luego de una larga lista de omisiones. Su agresora, intentó huir de la mano de su madre a Estados Unidos, fue detenida y enfrenta cargos que la tendrán en la cárcel varios años. La escuela entregará dos certificados menos. En realidad, son dos tragedias. 

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La otra idea surgió en San Salvador, capital de esa patria centroamericana que por años fue golpeada por la violencia de las pandillas, la pobreza y tantos males que también nos son familiares en estas tierras, pero allá, el presidente Nayib Bukele decidió renunciar a principios fundamentales de la democracia, como el debido proceso, los derechos humanos y abrazó la mano firme, los castigos físicos, las amenazas y además lo presume orgulloso al mundo en videos impecablemente producidos que acumulan millones de vistas en Tik Tok. 

Reconozco que esos videos estimulan emociones placenteras, ver a tantos hombres presumiblemente delincuentes reducidos a una masa de huesos y pieles tatuadas que corren cabizbajos hasta formar coreografías de orden, de sometimiento, con audios que anuncian cárceles en las que no tienen derecho a una colchoneta para dormir y no más de una comida al día, con la amenaza de que si en la calle siguen los delitos, dentro perderán incluso esos derechos, y con el mensaje cínicamente retador: el país que se queje del trato, que se los lleve y pues ciertamente, no dan ganas de adoptarlos. 

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El mensaje, producido por comunicadores brillantes logra su objetivo, uno se siente identificado con el uso de la fuerza para proteger a los débiles, alivia pensar que ninguno de esos pandilleros estará en la calle para robar, violar o matar. Pero el mensaje es publicitario, y nadie sale feo en la publicidad. 

En esa reunión de profes que les platico, se sugirió que en las escuelas y en México se adopten medidas así de drásticas con quien infrinja las normas, quien golpeé a adolescentes, quien rompa el reglamento, solo así, dijeron, se pueden evitar tragedias como las de Teotihuacán. Profesores a punto de jubilarse recordaron lo que añoran como épocas gloriosas donde castigos y amenazas mantenían el orden en las aulas: “ahora ya no les puedes decir nada, y los padres son unos alcahuetes”. 

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Coincido con la idea de que la ausencia de rigor les ha hecho mucho daño a los procesos educativos: me refiero al rigor académico, al terrible daño que provocó la interpretación de que el principio pedagógico de los modelos anteriores: “el alumno al centro” significó en los hechos reducir la cuota de esfuerzo, y que correspondía al profesor hacer circo, maroma y teatro, para despertar en los estudiantes estímulos para aprender. 

Pero de ahí a que necesitemos un régimen de excepción, de favorecer castigos o restringir derechos a un estudiante que por ejemplo no porta el uniforme completo, dista mucho trecho y solo le abrirá la puerta a abusos que no salen en la propaganda pero que sí existen, como los que ahora anegan las oficinas gubernamentales salvadoreñas: denuncias de asesinatos bajo custodia, detenciones arbitrarias, torturas y omisiones que cuestan vidas.

Por ahora quiero pensar que construir otra vía es posible, solo basta revisar la historia para saber que los regímenes autoritarios en el mediano plazo provocan más problemas de los que resuelven. Pero también sé, que pronto hay que encaminarse a las acciones que impidan que otra muerte ocurra a causa de una agresión escolar. 

No tengo una propuesta bien estructurada, sigo pensando, pero estoy seguro que calcar en este entorno la medida de Bukele, está muy lejos de ser una solución.  

MV

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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