/

Conociendo al Gigante

Jorge Martínez Ibarra nos habla de su viaje a Guerrero Negro, una localidad perteneciente al municipio de Mulegé y en los límites de Baja Norte con Baja Sur, en donde se encontraron con las poderosas ballenas grises. Los enormes cetáceos de hasta quince metros y treinta toneladas de peso se acercaron a su embarcación, desplazándose en el agua con gracia y majestuosidad.

Foto de Josh Withers en Unsplash

Por: Jorge Martínez Ibarra | El Caminante

Zapotlán el Grande, Jalisco. (Letra Fría).- Abordamos el autobús a media tarde, conforme el sol empezaba a ocultarse en el horizonte. La idea de viajar de noche era evitar el ardiente sol desértico, ya que el camino que recorreríamos sería bastante largo; casi doce horas de trayecto por el desierto de Baja California. Si bien la obscuridad nos impediría apreciar los hermosos paisajes, asumimos que aprovecharíamos el tiempo para descansar.  

Anuncios

JRA PROMOTORES INMOBILIARIOS

Dejamos las mochilas en la parte baja del vehículo y subimos al vehículo en short, playera y cargando una chamarra ligera. Las miradas inquisitivas del resto de los pasajeros nos causaron extrañeza y supusimos que a inicios de la década de los noventas un par de jóvenes viajeros trasladándose en autobús por la península de Baja California era poco común, por lo que no les prestamos atención.

Nos instalamos. Los asientos eran rígidos e incómodos, pero el cansancio acumulado nos invitaba a dormir. La emoción nos invadía, ya que cada vez estábamos más cerca de conocer en vivo al gigante del cual habíamos leído tantas cosas. Era febrero y la temperatura se mantenía agradable, entre 16 y 18 grados centígrados. Iniciamos el recorrido e inmediatamente, caímos rendidos.

Anuncios

APYSA

En el viaje de La Paz a Guerrero Negro cruzamos Ciudad Constitución, Loreto, Mulegé, Santa Rosalía y San Ignacio, entre otros puntos. En la madrugada nos despertó un tremendo frío que primeramente relacionamos con el aire acondicionado de nuestro transporte hasta que nos dimos cuenta que provenía del exterior: estábamos atravesando el Desierto del Vizcaíno y la temperatura había descendido abruptamente. Hasta entonces caímos en cuenta que nuestra vestimenta nocturna no era la más conveniente. Al pasear la mirada por el resto de los viajeros, percibimos que todos ellos, previsoramente, contaban con ropa adecuada (suéteres, chamarras, pantalones largos o pants) y en ocasiones frazadas, cobijas o rebozos. ¡Qué gran descuido de nuestra parte!

No tenía caso lamentarse, no solucionaríamos nada. Intentamos acurrucarnos en los asientos de manera que las chamarras nos cubrieran la mayor parte del cuerpo y así evitar el frío que ya nos calaba los huesos. La estrategia funcionó a medias. Empezamos a tiritar maldiciendo por lo bajo la tremenda pifia cometida. Aún faltaban muchas horas de camino y el frío intenso nos estaba pasando factura. Una señora que percibió nuestra desesperación y amablemente nos ofreció un pequeño cobertor, el cual agradecimos efusivamente y nos permitió aminorar la pérdida de calor. Logramos conciliar el sueño durante algunas horas hasta sentir que el camión se detenía en nuestro destino final: Guerrero Negro, una localidad perteneciente al municipio de Mulegé y en los límites de Baja Norte con Baja Sur.

Anuncios

Cuipala

A las cinco de la mañana bajamos del autobús y nos recibió un calor húmedo y sofocante. Exhaustos y somnolientos, había que buscar hospedaje. Cargamos las mochilas y nos dirigimos a un hotel cercano, recomendado por los compañeros de viaje por cómodo y económico. En la recepción, todavía iluminada con luz artificial nos atendió un sonriente aunque desmañanado administrador. Solicitamos una habitación doble y la sorpresa fue que nos dijo que la tendríamos que desocupar a las 12.00 del mediodía. –Pero vamos llegando apenas- le comentamos. Cortésmente nos explicó que la política del hotel consistía en que cualquier habitación que se ocupase antes de las 7.00 am debía desocuparse mediodía. Así pues, la opción era regresar después de esa hora a registrarnos y así la habitación estaría disponible hasta el día siguiente. Después de un extenuante viaje de doce horas, no era nada agradable esa bienvenida.

Decidimos regresar más tarde, ya que al parecer el resto de los hospedajes tenían las mismas reglas. Recorrimos los alrededores y encontramos un parque. Las bancas nos sirvieron de camas improvisadas y las mochilas de incómodas almohadas. Dormitamos un par de horas entre ladridos de perros, maullidos, música ranchera transmitida por un radio a la distancia y el sonido de escobas con las primeras luces de la mañana. Nos acabó de despertar el perifoneo de una desvencijada camioneta datsun dando vueltas alrededor de nuestro improvisado dormitorio. Arriba de nuevo. Cargamos nuestras mochilas y regresamos al hotel. Eran las 7.15. El mismo recepcionista, ahora con ropa distinta, pelo recién peinado y su amable sonrisa nos dio nuevamente la bienvenida y procedió a registrarnos.

Anuncios

Gallery

Subimos un piso y nos instalamos en una sencilla y confortable habitación, recostándonos un par de horas a recuperar un poco del sueño perdido. Más tarde, comenzamos a recorrer el lugar. En nuestra caminata encontramos dos enormes esqueletos del fascinante gigante que habíamos venido a conocer: metros y metros de huesos sostenidos por una robusta estructura metálica que nos permitían apreciar su descomunal tamaño y una enorme boca en la cual perfectamente cabríamos. Lo observamos desde distintos ángulos, fotografiándolo múltiples veces. Regresamos al hotel poco antes del anochecer y nos preparamos para dormir. Apenas amaneciendo, nos dirigiríamos a la Laguna Ojo de Liebre a encontrarnos con ellos.

Despertamos. Salimos raudos para abordar el transporte que ya nos esperaba para trasladarnos al punto de embarque. Listos los binoculares y las cámaras fotográficas. Llegamos al muelle y luego subimos a una lancha de pesca con motor fuera de borda con capacidad para doce personas, varios de los cuáles eran extranjeros. Nuestro guía, un pescador con licencia para la prestación de servicios turísticos nos explicó que deberíamos guardar silencio todo el tiempo, evitar movernos bruscamente dentro de la embarcación y tener paciencia hasta que llegaran los gigantes. El corazón nos latía bruscamente cargado de emoción. Susurrando en inglés, francés, alemán y español, nuestros compañeros mostraban la misma excitación.

De repente, a lo lejos, una exhalación…seguida de otra…y otra más… estaban llegando. Las poderosas ballenas grises hacían acto de presencia en la laguna. Los enormes cetáceos de hasta quince metros y treinta toneladas de peso se acercaban cada vez más a nosotros desplazándose en el agua con gracia y majestuosidad. Casi podíamos tocarlos. Repentinamente estábamos rodeados. Tres, cinco, quince de ellos nadando despreocupadamente alrededor y por debajo de nuestro pequeño bote de seis metros de longitud. Imposible evitar las sacudidas. Los gritos de emoción inundaban el ambiente y los obturadores de las cámaras se sucedían unos a otros a gran velocidad con el fin de registrar tan maravilloso acontecimiento. Varias hembras venían acompañadas de sus pequeñas crías recién nacidas del tamaño de nuestra propia embarcación.

A mediana distancia, algunas de ellas comenzaron a saltar fuera del agua como festejando nuestro encuentro. Hipnotizados, observábamos su ir y venir constante, sus cicatrices, sus grandes ojos, sus aletas y su poderosa cola. Se sumergían y salían de nuevo, ejecutando una mágica danza acuática que nos tenía cautivados. Durante un par de horas, pudimos sentir su grandiosidad. Había que regresar a tierra, pues el tiempo de observación se había agotado. La travesía de más de 1600 km valió la pena, habíamos visto al gigante.

MV

Profesor e Investigador del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Productor audiovisual. Apasionado de los viajes, la fotografía, los animales, la buena lectura, el café y las charlas interesantes.
Columnista en Letra Fría.
Correo: jorge.martinez@cusur.udg.mx

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad