Por: Guillermo Tovar Vázquez, cronista municipal de Autlán | Historias de plaza pública
Autlán de Navarro, Jalisco.- La Costa de Jalisco se ha caracterizado, entre otras cosas, por dos situaciones que le dieron durante muchos años el halo de una tierra prometida, casi un paraíso: la intuición de que encerraba unas enormes riquezas naturales, capaces de sacar al Estado y aún al país de la pobreza, y la crónica escasez de caminos, que mantuvieron a esta región aislada del resto de la República. Si a eso agregamos la poca población, el clima cálido y la supuesta insalubridad del entorno, dejamos a la Costa como un lugar poco atractivo para nuevos habitantes o inversionistas.
Esta imagen distorsionada de la Costa de Jalisco permaneció vigente todavía hace relativamente poco tiempo, hasta mediados del siglo XX, cuando se abrieron nuevas vías de comunicación y se erigieron los nuevos municipios de La Huerta, Casimiro Castillo y Cuautitlán de García Barragán. Antes de esto, hubo varios intentos, siempre fallidos, de comunicar la Costa con el centro del Estado, de explotar sus enormes riquezas y exportarlas a través de los puertos del Pacífico.
Una muestra de la imagen que se tenía de la Costa de Jalisco hace apenas un siglo nos la da un texto anónimo publicado en el diario El Informador el 15 de septiembre de 1919, titulado Estado actual de la Costa de Jalisco, su riqueza y algo sobre sus productos. El autor comienza dando una opinión demoledora sobre la producción agrícola en los cantones de Autlán y Mascota, cuyos territorios abarcaban toda la Costa de Jalisco. Hay que aclarar que, a la fecha de publicación de este texto, ya el Estado de Jalisco no estaba dividido en cantones, sino solamente en municipios.
El caso es que el texto comienza diciendo que los trabajos agrícolas en ambos cantones presentan un estado “verdaderamente lastimoso”. Según el autor, aunque la fertilidad y el clima de la Costa son susceptibles de producir grandes cosechas de cultivos como ajonjolí, algodón, café, cacao o arroz, “apenas si hay una pequeñísima extensión de terreno cultivado”, toda ella de maíz, un producto que el autor considera poco adecuado para las condiciones de la Costa.
También habla de la abundancia de productos como el coquito de aceite y “extensos bosques de limón de calidad superior”, mismos que se perdían por completo: el coquito de aceite, a pesar de su utilidad en la industria, se consideraba un estorbo, mientras que el limón solo era aprovechado por “uno que otro ranchero que acierta a pasar por los lugares en que se produce, (y) desprende de un árbol dos o tres frutos para su consumo particular”.
El cultivo del plátano, actualmente uno de los principales motores de la economía de la región, era causa de preocupación para el autor de este texto. Dice que en esos años no había casi nada sembrado de esa planta y, lo poco que había, se cultivaba de forma rudimentaria, por lo que no rendía las utilidades que podrían esperarse.
En el texto se señala como un problema real la abundancia de paludismo, debido en parte a la misma feracidad del terreno pero también a que no se había hecho nada por combatirlo: el agua que se consumía era insalubre pero no se filtraba, las casas estaban edificadas sobre terrenos húmedos y, además, se agravaba por “la desidia de los atacados que nunca se atienden de manera competente, por el mismo atraso moral e intelectual en que se encuentran”.
Sin embargo, a todos estos problemas el autor les ponía una luz de esperanza: las comunicaciones. Cierra este interesante texto diciendo que los tesoros incalculables que encerraba la Costa eran capaces de poner a Jalisco en la primera línea entre los Estados de la República y que “es de esperarse que las vías proyectadas de autocamiones y la del ferrocarril en construcción sacarán de su somnolencia todos aquellos ricos lugares e iniciarán su mejoramiento agrícola”.
Las rutas carreteras tardarían todavía un par de décadas en realizarse, el ferrocarril no llegaría nunca.
Fuentes:
- Estado actual de la Costa de Jalisco, su riqueza y algo sobre sus productos. El Informador, lunes 15 de septiembre de 1919, página número cinco.

MV