Alguna vez se han preguntado qué ocurriría si nuestra familia, amigos y vecinos de pronto dejaran de buscarnos, de hablarnos. Como si de un día a otro todo hubiera cambiado sin explicación alguna, sintiendo un extraño rechazo hacia ti, inclusive comenzando a agredirte de forma física y verbal.
Esto es una realidad que sigue existiendo, y que por desgracia ocurre muy seguido dentro de la comunidad LGBT+, espacios que supondrían ser seguros terminan siendo en ocasiones los lugares más peligrosos para miembros de la diversidad sexual.
Esta realidad es reflejada en una producción que recientemente ha hecho eco en la mente y corazón de muchas personas alrededor del mundo. “La Veneno”, serie LGBT+ de origen español, aclamada por la crítica, pero especialmente por el público dada la gran empatía que algunas personas han podido desarrollar a través de ella, que entre otros temas toca profundamente el rechazo familiar y social que una persona del colectivo puede vivir.
“La Veneno”, como se titula la serie retrata la vida de Cristina Ortiz Rodríguez conocida por su ya famoso apodo. Siendo una mujer transgénero, atraviesa grandes vicisitudes a lo largo de su vida, desde la infancia y hasta la madurez, pero siempre rozando un común denominador, que incluso el más despistado puede dilucidar, es decir, el rechazo, violencia y búsqueda de la aceptación por los círculos más cercanos como la familia, quienes se supondría son las personas que más amor, cuidado y respeto deberían otorgarte sin importar tu orientación sexual, identidad o expresión de género.
Cabe destacar que las reacciones de los padres y madres afectan de sobre manera a sus hijos e hijas LGBT+, la aceptación como el rechazo son importantes indicadores para el desarrollo de las y los mismo. Según la Universidad Nacional del Centro del Perú-Investigación en Ciencias Sociales, la aceptación familiar promueve el bienestar y ayuda a proteger a los y las jóvenes LGBT+; por el contrario, el rechazo familiar tiene como consecuencia un grave impacto y riesgos en la salud física y mental, multiplicando considerablemente peligros como el suicidio, consumo de drogas, contagios de VIH, anorexia, bulimia y depresión.
Si bien es cierto que la aceptación del colectivo LGBT+, es un proceso individual y cada familia vive su propio camino, es importante mencionar uno de los componentes más relevantes; siendo este, la compresión empática.
Enfrentar un mundo heterocispatriarcal no es fácil, conlleva no una sino varias luchas internar y externas, sin lugar a dudas la compresión empática puede funcionar como agente de cambio a las ya rudas y frías estadísticas con respecto a la diversidad sexual.
¿Qué acaso los núcleos familiares y amistosos no deberían de ser los espacios más seguros, llenos de empatía, compresión y amor? ¿Será que la orientación sexual o identidad de género merece el rechazo total y la violencia ejercida hacia los nuestros?
Se supone que la capacidad de amar, comprender y empatizar es nuestra mayor virtud como seres humanos, ¿por qué ni si quiera intentarlo? Y que al final la pregunta que tanto impregna en la vida de cientos de personas LGBT+, pueda obtener una respuesta positiva con experiencias sanas, compresivas, amorosas y empáticas ante una sociedad cargada de violencias y rechazos hacían la comunidad LGBTTTIQA+.
“Valeria…, ¿es bonita mi vida?”. Cristina Ortiz Rodríguez. “La Veneno”.
MA/MA