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Escuelas sin galletas

¿Qué opinas de la prohibición de alimentos chatarra en las escuelas? Carlos Efrén Rangel reflexiona sobre este tema y las implicaciones de la nueva dinámica escolar, tanto para estudiantes como para docentes.

Imagen: Freepik / catalyststuff

Cuando este letrero llegue a su celular, todas las escuelas de México estarán viviendo, y en la mayoría de los casos sufriendo, por poner en práctica las nuevas regulaciones en materia de comida que se vende en las cooperativas y todos los espacios que alimentan a profesores y estudiantes.

La medida trastoca las prácticas actuales al prohibir la venta de comida industrializada y chatarra, han pasado a ser indeseables jugos, galletas, dulces, panes e incluso algunas comidas preparadas, como pizzas y hamburguesas, no se diga refrescos o botanas.

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JRA

En septiembre del año pasado, el gobierno mexicano publicó una normativa que regula, hasta prohibir, la venta de comida industrializada y chatarra en las escuelas. Con honestidad, los argumentos son sólidos: México arrastra casi una década ocupando el nada honroso primer lugar mundial en obesidad infantil.

No es un tema de estética ni de violencia patriarcal; es una de las razones por las que tenemos niños pasivos, distraídos y propensos a desarrollar enfermedades graves. La cifra más reciente compartida por el gobierno indica que uno de cada cuatro niños mexicanos vive con obesidad. A falta de un estudio que lo compruebe, intuyo, solo con mi entorno, que la cifra es más alta entre maestras y maestros. 

La regulación comenzó esta semana y podríamos agrupar las responsabilidades escolares en cinco: la primera es prohibir la venta de alimentos y bebidas no saludables en las tienditas o cooperativas. La segunda es que en esos mismos espacios se ofrezcan únicamente alimentos nutritivos y naturales, para los cuales hay una guía que orienta sobre porciones.

La tercera es garantizar condiciones higiénicas en la preparación de alimentos. La cuarta es promover hábitos alimenticios saludables con campañas o experiencias de aprendizaje. Y la última es vigilar y reportar incumplimientos, lo que ha significado preocupación entre la comunidad docente, pues la normativa implica sanciones que van desde multas hasta procedimientos administrativos y la revocación de contratos en el caso de los titulares de la cooperativa. 

Personalmente, no cuestiono lo necesario de la medida ni la labor que tenemos las escuelas de formar personas para la vida, lo que en este momento incluye enseñar a comer de manera saludable. Pero también estoy seguro de que el problema rebasa por mucho el ámbito escolar: los hábitos alimenticios en las familias serán determinantes, nada podremos hacer frente a loncheras con chatarra que venga de casa.

Las tienditas de las escuelas son unidades de negocio que verán comprometido su funcionamiento sin algunos productos que les dejan márgenes de ganancia, los cuales les permiten ofrecer comida saludable que pronto se echa a perder. Y los entornos escolares son tierra de nadie. 

Desde el corazón, comparto con ustedes, estimados lectores, una sensación que nos acompaña a los docentes: sobre nuestras espaldas, las autoridades ponen responsabilidades titánicas. Ahora es combatir la obesidad en México.

No nos han preparado para esa batalla, mucho menos nos han dado armas, pero sí una normativa que nos amenaza con sanciones. Así que ahí vamos, otra vez, a montar a Rocinante y a cabalgar decididos hacia esos gigantes de largos brazos, a entablar con ellos una fiera y desigual batalla.

escuelas

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Educación Básica.

Actualmente es profesor de español en secundaria y de Maestría en la Unidad 143 de la UPN. Desde los 17 años ejerció como reportero y comunicador en radiodifusoras y periódicos locales en Autlán. Aficionado práctico de la literatura, la crónica taurina y las columnas de opinión.

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