Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente; la inteligencia no es solo información sino también juicio para manejarla.
—CARL SAGAN—
Marche Garciroja
Autlán de Navarro, Jalisco. 25 de mayo de 2022. (Letra Fría) Profuso es cuestionarse sobre el poder que otorga el saber, la adición de conocimientos ya es todo un acontecimiento pero poco se trasgrede en las reglas que suponen el orden, control y ejecución en la elite del estudio y la reflexión crítica sobre la realidad.
En la cultura como en el amor las expectativas son irreales, no hay manera de comprobarse. La cultura es un ideal, un proceso, un conjunto de conocimientos y de capacidades; es un estado y este se describe con atributos. Si consideramos la realidad social, la cultura además es un juego donde se busca ganar mostrándose ante los demás como una persona culta.
Durante el llamado affaire Dreyfus en Francia fue acuñado el término “intelectual”, inicialmente como un calificativo lisonjero que los anti-dreyfusistas utilizaban desdeñosamente para designar al conjunto de personajes de la ciencia, el arte y la cultura que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred Dreyfus acusado injustamente de traición. Émile Zola publicó J’accuse…! carta abierta al presidente Félix Faure publicado por el diario L’Aurore el 13 de enero de 1898 en primera plana; éste es un alegato en favor de Dreyfus que llevó a cambiar la opinión de muchos. Ya sea en los círculos políticos, artísticos y literarios, académicos, periodísticos o militares, los ataques directos escandalizan.
Preguntas tabú donde toca creer que el otro conoce determinados contenidos y por eso no hay que insistir en ello. Pero ¿por qué resulta tan penoso explicar las reglas del juego y decir lo que hay que saber?, ¿por qué es tan grave poner al descubierto los presupuestos obvios del juego de la cultura? Estas preguntas no pueden fundamentarse ya que ni las personas cultas serán capaces de decirles por qué Vincent van Gogh es uno de los pintores que hay que conocer, mientras que Fritz von Uhde es un pintor al que solo tienen obligación de conocer los expertos en pintura aunque su cuadro Pelar patatas tenga la misma fuerza expresiva que Los comedores de patatas de Van Gogh.
El segundo principio de la termodinámica no está entre las cosas que una persona culta debe saber, el que exhibe y expone al bulo no tendrá claro qué esperan los integrantes de la logia erudita, éste rompe las reglas del juego de las suposiciones propio de la cultura, esto paraliza y lo que pudo ser una conversación fluida se intercepta con el muro de la desorientación avivando el insulto y el exilio de la república de los intelectuales. Obligar a los participantes en el juego a descubrir y a explicar lo que hasta ese momento permanecía latente y oculto lo lleva al descrédito ante los demás y pone de manifiesto lagunas culturales.
El factor determinante en la consideración de un “intelectual” es su grado de implicación o compromiso con la realidad vital de su época; la interferencia de los intereses y de las distintas opiniones y opciones ideológicas, políticas y sociales, el término obedece al grado de afinidad que hace quien lo aplica con respecto al sujeto en cuestión. Cabe profundizar acá sobre el Establishment, también llamado grupo de poder establecido, clase dominante o “el sistema”, perceptible que ostenta la autoridad. La voz se refiere a un cerrado grupo social que selecciona a sus propios miembros —opuesto a la herencia, méritos o elecciones— y usado para describir estructuras específicas arraigadas en instituciones de aplicación voluble y posiblemente manipulado por la comunicación, mas no por rigor académico.
Edward Said comenta a priori: “El real o «verdadero» intelectual es siempre un curioso —outsider—, que vive en un exilio autoimpuesto, en los márgenes de la sociedad”; en lo que a mí respecta los dechados de virtudes que tanto alardean de sus amplias y superlativas capacidades intelectuales, sobresalen sumidos en la vergüenza e impotencia; en el pedestal desde donde etiquetan y declaran lo que aceptan o rechazan, las alianzas de donde pueden seguir soportando su mezquina simpatía de pensadores libertadores de la sapiencia, estos son los que deciden no academicismos pero con academia que los respalde, clubs de lectura para lectores informales como si la formalidad de esa audacia los hiciese más comprensivos y no más irresponsables.
Dietrich Schwanitz en su majestuosa obra La cultura todo lo que hay que saber, dicta que la erudición es una comunidad de fieles y lo puntualiza de la siguiente manera: Creo en Shakespeare, en Goethe y en las obras canónicas reconocidas así en la tierra como en el cielo. Creo en Vicent van Gogh, el retratista tocado por Dios, nacido en Groot-Zundert (Breda), formado en París y en Arles, que trabó amistad y se enemistó con Gauguin, que enfermó, enloqueció y se suicidó, que subió al cielo y está sentado a la derecha del padre, de donde ha de descender para juzgar a los cultos y a los incultos. Creo en el poder de la cultura, en la vida eterna de los genios, en la Santa Iglesia del Arte, en la comunión de los cultos y en los valores del humanismo. Por los siglos de los siglos, Amén.
Mi ociosa existencia…
Lectura complementaria || La responsabilidad de los intelectuales
Noam Chomsky
Editorial Sexto Piso
MA/MA