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La magia del cine

Jorge Martínez Ibarra nos habla del cine. Nos remonta a La Guerra de las Galaxias, un clásico setentero, que hizo volar la imaginación de nuestro columnista, más allá de las estrellas al igual que Supermán, que resolvía los efectos especiales de baja calidad con historias emocionantes y buenos actores.

«El cine es un espejo pintado»

Ettore Scola

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Director de cine y escritor italiano.

Por: Jorge Martínez Ibarra

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APYSA

Zapotlán el Grande, Jalisco. 23 de febrero de 2023. (Letra Fría).- La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos propuso que el segundo sábado de febrero de cada año se celebrara el Día Mundial del Cine, con el fin de que los cinéfilos del mundo fomentáramos el séptimo arte. La primera celebración se llevó a cabo en el año 2020, justo antes de la 92ª entrega de los premios Oscar.

Actualmente, muchas de las grandes producciones cinematográficas, las películas clásicas de diversos géneros, los documentales o aquellos filmes de culto que recordamos haber visto en las grandes pantallas de los cines pueden visualizarse en diversas plataformas o descargarse, haciendo más cómoda y accesible la experiencia, aunque quitándole la espectacularidad de visualizar un filme en una sala de cine.

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Como para muchos otros, haber tenido la oportunidad de estar en una de esas grandiosas salas fue una experiencia imborrable. Los primeros recuerdos me remontan a la fila que había que hacer en la banqueta a un costado del extinto Cine Azcona en Tepic para lograr entrar a la matinée, función que proyectaba películas infantiles los domingos a las 10.00 de la mañana. La algarabía del chiquillero haciendo fila contrastaba con la desesperación de los padres por mantener el orden en la fila, evitar que sus hijos rompieran la estricta formación para correr tras el vendedor de dulces o el de los helados o simplemente para manifestar su impaciencia por estar tanto tiempo de pie.

Una vez que abrían la taquilla e iniciaban la venta de los ansiados boletos, se iniciaba un ensordecedor alarido que acompañaba la alegría de aquellos afortunados que, con boleto en mano, iban ingresando rápidamente al recinto. Dentro, la locura total: los más pequeños (y algunos no tanto) corrían alrededor de los pasillos y frente a la pantalla, escondiéndose entre las cortinas y asustando al incauto que pasara frente a ellos. Los gritos de los chiquillos se confundían con las llamadas, las peticiones o las amenazas de los progenitores para que regresaran a la butaca en donde se encontraban, siendo la gran mayoría de las veces desatendidas.

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Así, comenzaba la función. Primeramente se mostraban los avances de películas que serían exhibidas en semanas posteriores, por lo que al no ser de su interés los niños continuaban su despreocupado comportamiento con el atractivo de que ahora sus siluetas se veían reflejadas en el fondo por el haz de luz del proyector; surgían entonces de la creatividad y el ingenio de diversas manos cabezas de perro, arañas, flores, serpientes, aves, cuernos y un sinnúmero de figuras abstractas.

Repentinamente la sala se oscurecía y se escuchaban los poderosos e impresionantes rugidos del león de la Metro Goldwyn Meyer o las trompetas y fanfarrias con platillos de la Twenty Century Fox. Era el preludio de las emociones que vendrían a continuación.

Las películas eran de dibujos animados, de aventura o de suspenso. Podías darte cuenta si el filme entretenía a la audiencia observando las expresiones de asombro, alegría, sorpresa, emoción o angustia de tus vecinos. Los gritos para apoyar al héroe, las rechiflas para los villanos y los aplausos para los perros salvadores, los elefantes voladores o los corceles que galopaban a toda velocidad espoleados por sus jinetes eran una constante.

Conforme avanzamos en edad la gama de películas y los días y horarios de ir al cine se modificaron, siendo los días más concurridos los fines de semana por las tardes. En ese entonces las funciones iniciaban a las 4.00 pm, proyectaban dos películas que contaban con permanencia voluntaria y existía un intermedio de quince minutos, el cual era aprovechado para abastecernos de palomitas, chocolates, refrescos, dulces y demás insumos necesarios. 

Imborrable la función de la película La batalla de Midway en que se utilizó equipo Sensurround para incrementar la calidad del sonido y a los primeros cañonazos de los barcos acorazados temblaron los cimientos del cine. O cómo olvidar cuando vi la cinta Tiburón en el Cine Amado Nervo (hoy convertido en Centro Comercial), la cual que no me permitió dormir por una semana soñando que yo era la siguiente víctima mortal y propició que en cada visita a la playa escudriñara el horizonte para ver si aparecía el monstruoso animal.

La Guerra de las Galaxias, un clásico setentero, hizo volar mi imaginación más allá de las estrellas al igual que Supermán, que resolvía los efectos especiales de baja calidad con historias emocionantes y buenos actores. Rocky fue otra de las memorables; sus peleas con Apollo Creed (en la que perdió la primera y salió triunfador en la segunda) nos motivaron a mis amigos adolescentes y a mí aprender a boxear, aunque después de los primeros golpes asumimos que era mejor dejándoselo a las estrellas del celuloide.

Fiebre del sábado por la noche y Vaselina nos condujeron por rítmicas historias y nos encantaron con sus perennes canciones que seguimos tatareando hasta la fecha. Ni qué decir de Clint Eastwood, enfundado en su traje de cowboy, montado a caballo y reclamando justicia con disparos a diestra y siniestra.

De las mexicanas, sin duda las más recordadas son las del Santo contra todo tipo de enemigos: momias, zombies, alienígenas, vampiros, hombre lobo y cualquier clase de entes raros que representaran algún peligro para la humanidad. Inolvidables sus capas, su reloj comunicador y sus veloces autos.

Conforme seguí creciendo, amplié mi perspectiva cinéfila…pero eso es otra historia…

MV

Profesor e Investigador del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara. Productor audiovisual. Apasionado de los viajes, la fotografía, los animales, la buena lectura, el café y las charlas interesantes.
Columnista en Letra Fría.
Correo: jorge.martinez@cusur.udg.mx

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