Por: Rosa Eugenia García Gómez | Las Carrilleras de Adelita
Zapotlán el Grande, Jalisco. (Letra Fría).- Rieleras y juanes en pleno día de la Libertad de expresión escribo estas carrilleras para reflexionar, otra vez, que de celebración nada porque es el miedo el que disfraza de autocensura lo que impera en nuestro ejercicio periodístico.
No me voy a desgastar en las cifras de violencia mundial contra los periodistas en las que destaca de manera lamentable nuestro país, sino en la inteligencia y actuar estratégico de la acción colectiva de periodistas en un contexto adverso.
Tampoco en la historia lamentable de la efeméride del 7 de junio, día del otrora besamanos al presidente de la República por parte de los dueños de emporios de comunicación de la segunda mitad del siglo 20.
Mejor es entender que la libertad de expresión no es un valor absoluto, sino relativo pues los periodistas nos adecuamos a las circunstancias para seguir informado con, sin o pesar de los otros poderes, reales o fácticos.
Se impone el periodismo colaborativo para decir lo que se tiene que informar, para investigar aunque se levanten muros a modo de solicitudes de transparencia ignoradas y respuestas dilatadas.
A los políticos y a quienes ostentan poder no les gusta el quehacer del periodista porque no soportan la crítica de sus acciones. Prefieren la cancha amplia y abierta sin árbitros ni contrincantes, pero en esta época de diversidad y multidireccionalidad de contenidos eso es imposible.
Es lamentable que ahora la sobrecomunicación sea la apuesta para el caos. Hay múltiples datos versiones y cifras, pero no hay certezas, un revolucionario del periodismo recién nos visitó y a los que cargamos plumas y lápices y hasta una que otra grabadora nos compartió ideas relevantes que tienen que ver con el ejercicio de nuestra profesión.
Humberto Musacchio fue contundente cuando dijo que la libertar de expresión no es un valor absoluto sino relativo, y en ese sentido, abundó que el periodista se adecua a las circunstancias para que sus ideas salgan a flote.
¡Ay que ser muy inteligentes! Dijo, y debemos tener la capacidad para decir lo que pretendemos de tal manera que salga a la luz.
También dijo que la desaparición de periodistas ha coincidido con el apoltronamiento del narcotráfico en la escena nacional de los últimos años, pero fue reveladora su declaración respecto a que no todas las muertes y levantamientos de periodistas están vinculadas con la denuncia de las acciones del narco, no. Muchos periodistas han desaparecido por denunciar las malas acciones de los gobiernos.
Digo, estimados radioescuchas, hace menos de una semana que el designado por Enrique Peña Nieto como titular de la Secretaría de la Función Pública, Virgilio Andrade, dijo que su jefe, su esposa y el secretario de Hacienda no eran culpables de caer en conflicto de intereses en el caso de la compraventa de casas a constructoras beneficiadas por contratos gubernamentales.
La averiguación, cuyo resultado ya sabíamos desde la designación –vaya no esperábamos que Andrade de verdad encontrara culpables a los señalados-, decía, el proceso duró seis meses, y en el inter salió del aire la periodista Carmen Aristegui, cuyo equipo fue el que ventiló el caso.
Esta Adelita no cree que a Carmen le haya faltado inteligencia. En este momento los periodistas no estamos para solventarles a los gobiernos sus acciones inadecuadas. Mi punto es: Enrique Peña Nieto ganó perdiendo, porque su credibilidad está por los suelos y Carmen, ella pierde ganando, porque su nombre hoy todavía más que antes es valorado así como su voz esperada en los espacios acostumbrados a escuchas voces críticas.
MV