Existe un inconveniente terrible de vivir en una población pequeña o en una ciudad media. Hace muchos años que las calles de Autlán están llenas de desconocidos, pero en general uno conoce a un montón de gente, y la probabilidad y la estadística nos condenan a que mucha de esa gente se enfunde en playeras coloridas, cambie su foto de perfil y salga a la calle a pegar calcas o a gritar vivas a un candidato o a otra candidata, confiando que la amistad que nos une, sea causa de que su entusiasmo sea contagioso: todos quieren que vote por ellos.
En todas las planillas que compiten por la presidencia municipal −pensándolo bien este verbo aplica solo para dos− hay personas a las que estimo, a quienes tengo algo qué agradecer porque en algún momento hicieron algo amable por mí o por mi familia.
Ustedes no están para saberlo, pero con algunos que hoy piden el voto honramos a la amistad brindando más allá de lo que mi madre me recomendó. He estado en la casa de muchos y algunos han venido a mi casa, y no falta por supuesto con quiénes he coincidido en espacios profesionales, constatando su capacidad. Es decir, en todas las planillas hay gente que aprecio.
¿Y qué hago con ellos?
Jim Morrison, además de ser autor de algunas de las mejores piezas de rock de la historia y escandalizar a las abuelas que no eran hippies, dijo algo que aplica: “Un amigo es alguien que te da total libertad para ser tú mismo” y en el caso de los amigos que andan en campaña, me gustaría decirles que aspiro a tener margen de decisión sin que los lazos afectivos que nos unen se vean afectados.
Vivir en una ciudad mediana ofrece la oportunidad de conocer a un montón de gente, y uno se encuentra mucha gente buena, pero también terminas conociendo de cerca a personas que antes fueron desleales, incompetentes, flojas, malintencionadas, y que por probabilidad y estadística pues también se metieron en la campaña y entonces es necesario poner en la balanza y decidir por uno mismo, así como dijo Morrison.
Amistad
Un apunte final sobre la democracia en la que sustentan su actuar. Es valiosa también cuando pierden las personas y las ideas que nos caen bien, perder es inherente a la democracia, pero lo maravilloso del caso es que lo mejor de la vida ocurre después de la derrota.
Las elecciones han servido hasta ahora para elegir a la persona que gestiona el desastre, y lo que debemos aspirar es a que este mundo y este país dejen de ser el desastre que son, tejiendo soluciones que honestamente nunca han aparecido en campaña, esas se construyen después, ya con los ánimos más serenos.
Ahí nos encontraremos si quieren, o en mi casa o en su casa, para volver a poner nerviosa a la familia. Suerte para todas y todos. Mientras seguiré siendo yo mismo.