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Reconstruir el pensamiento

En su columna de hoy, Rosa Eugenia García Gómez lanza la pregunta ¿por qué pensamos y tenemos ideas arraigadas que muchos consideran certezas inamovibles, respecto a la diferencia de género? La intención de sus reflexiones es intercambiar ideas con las y los lectores para avanzar rumbo a la equidad. 

Por: Rosa Eugenia García Gómez | Las Carrilleras de Adelita

Zapotlán el Grande, Jalisco. 23 de marzo de 2023. (Letra Fría).- Rieleras y juanes, todavía es marzo y aunque no lo fuera siempre es importante intercambiar ideas para avanzar rumbo a la equidad. 

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Las palabras importan porque su uso está relacionado con la interpretación cognitiva de la realidad. Esto es, los seres humanos hablamos, escribimos y en general nos comunicamos como pensamos y entonces ¿por qué pensamos y tenemos ideas arraigadas que muchos consideran certezas inamovibles, respecto a la diferencia de género?  La teoría constructivista de la realidad constituye una aproximación aceptada científicamente desde diferentes ámbitos, entre ellos los de la psicología y la sociología, para explicar cómo las ideas de las personas toman forma y significado a partir de las interpretaciones subjetivas de la realidad y de ahí construir un imaginario socialmente compartido.

Cuando nacemos, los seres humanos nos encontramos con una estructura construida de entendimiento de lo que ha de ser nuestra vida, lo que implica ser mujer o ser hombre, cuando en los primeros meses y años ni siquiera tenemos conciencia de la diferencia de género. Al llegar al hogar por primera vez nuestros padres ya han determinado el tipo de ropa que usaremos, el color de nuestra recámara, nuestros juguetes e incluso, quizá, a lo que nos vamos a dedicar o el equipo de fútbol al que seremos aficionados. A ellos y ellas también les pasó.  Y sucede debido al proceso de socialización que emprende la familia los primeros años de vida, que luego se ve reforzado por la escuela, la iglesia, el barrio o la política. A esto se refería Simone de Beauvoir en su texto emblemático El segundo sexo, en el que acuña su idea acerca de la construcción cultural del género femenino dependiente del masculino, de sus características y necesidades, para luego “acusar” que ser mujer con todos los atributos culturales que se le asignan no es parte de un proceso natural, sino una construcción social culturalmente compartida, por supuesto para beneficio de los hombres.

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El pensamiento androcentrista no sólo perjudica a la generalidad de las mujeres, sino también a muchos, la mayoría diría yo, de los hombres, dado que no cumplen con el ideal hegemónico de hombre blanco, heterosexual, occidental, rico y poderoso.  Quizá este sería un atisbo de exploración científica psicológica pendiente que encuentre pertinencia con las aproximaciones feministas y que han derivado en el estudio de las masculinidades y su propuesta de ejercicio positivo de la masculinidad. 

En cuanto a las inequidades laborales y el “techo de cristal” para las mujeres, valdría la pena explorar los discursos políticamente correctos en materia de género en boca de autoridades masculinas que se han escudado en cómo las mujeres ya ocupan puestos de autoridad y se olvidan de señalar que estos no son del más alto rango y por lo tanto su campo de acción está supeditado a los intereses de un jefe hombre y con una carga de trabajo notoriamente superior para las gerentas, las jefas de área, las coordinadoras y otras denominaciones de mandos medios.

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Para los periodistas y tomadores de decisión de la agenda mediática, aún tenemos pendiente abrir aún más el panorama informativo a las experiencias y discursos de las mujeres para visibilizarlas y contribuir a su empoderamiento. En este sentido cabe señalar que en México han sido las mujeres periodistas las que han hecho el trabajo “rudo” de denunciar conflictos de interés de políticos de la más alta esfera, como lo hizo Carmen Aristegui; de las redes del narcotráfico, como lo hace Anabel Hernández; de las organizaciones criminales transfronterizas con aliados gobernantes, como lo hizo Lydia Cacho; y de la disyuntiva del periodismo de paz centrado en las historias de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, como desarrolla su trabajo investigativo periodístico Marcela Turati. Las historias de estas mujeres ofrecen una oportunidad de análisis más cualitativo y quizá más reivindicativo de las mujeres en general y de las mujeres periodistas en el contexto mexicano. Vale la pena, pues, reconstruir.

MV

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Rosa Eugenia García Gómez es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Guadalajara, y Maestra en Ciencias sociales con especialidad en Comunicación Social por la Universidad de Guadalajara. Ha sido periodista por 30 años y se ha desempeñado en medios nacionales, estatales y regionales, tanto especializados como de temas de interés informativo general. También fue jefa de áreas de comunicación de gobierno, y universitarias. Ha publicado más de una docena de artículos y capítulos de libros académicos nacionales e internacionales. Además, es integrante del cuerpo académico en consolidación UDG-CA-1085 de Letras y Periodismo del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara.
Ha impartido conferencias en diferentes universidades del país con temas de análisis del periodismo en un contexto social. 
Actualmente es columnista en varios espacios informativos.
Es fundadora de la Licenciatura en Periodismo y de la Academia de Comunicación Social del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, donde también se desempeña como académica.
Es humanista por convicción, periodista con orgullo y académica como una forma de retribuir a la sociedad conocimiento, ética y congruencia.
Correo: rosa.garcia@cusur.udg.mx

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