Por: Carlos Efrén Rangel | Un letrero en la pizarra
Autlán de Navarro, Jalisco. 30 de agosto de 2022. (Letra Fría) Fácilmente tengo una década haciéndome guaje. Nunca he cumplido con los reglamentos escolares que prohíben a los estudiantes hacer adaptaciones a su uniforme, jamás he regañado a nadie por estar desfajado en el salón, sin corbata los lunes, por usar pulseras que yo siempre uso, o por fingir aretes.
Recuerdo a una estudiante que ahora está por graduarse de la licenciatura, que se acercó conmigo a explicarme que quería teñirse el cabello de colores, y que, revisado el reglamento escolar, no encontró ningún artículo que lo prohibiera, cuando por sugerencia mía compartió su intención con el director de la secundaria, desistió de hacerlo al encontrar una oposición virulenta, que significó claro, agregar un artículo a ese reglamento: Prohibido pintarse el pelo.
Hace diez días el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) publicó un comunicado en el que detalla una serie de quejas que ha atendido, y el resolutivo de respaldar dos Derechos Humanos de los estudiantes: el derecho a la educación y al libre desarrollo de la personalidad. Para puntualizar que los estudiantes pueden usar el cabello largo o incluso teñirlo de colores.
#Boletín| 👉El regreso a clases presenciales ha tenido restricciones a los derechos a la educación y al libre desarrollo de la personalidad de las niñas, niños y adolescentes por dejarse crecer su cabello o pintárselo de algún color.
— conapred (@CONAPRED) August 19, 2022
📢Hacemos un llamado a respetarlos. pic.twitter.com/UEGz5lAUYq
La medida provocó muchísimas reacciones, y con mis tres lectores, quisiera precisamente discernir sobre las distintas posturas y lo que representan; la mía ya la dejé clara desde la primera línea, pero tampoco desestimo los argumentos para condenar esta norma.
En el desarrollo de la pandemia y la atención remota por emergencia los maestros vimos nuestra labor pisoteada por distintos actores: acusaciones de que estábamos cobrando sin trabajar cuando para la mayoría significaron jornadas extra usando nuestros propios recursos. Luego nos responsabilizaron de las afectaciones que se originaron: si un estudiante no asistía a la escuela, los profesores debían ir a buscarlo hasta su casa, diseñar un plan de atención especial y por nada del mundo reprobarlo.
Así es, desde hace dos ciclos escolares el seis es la calificación más baja que podemos poner. Y no es que busquemos revanchas para castigar a los estudiantes irresponsables, es que la medida ha originado que la educación se tome a broma. Alumnos y sus padres han entendido que pueden no presentarse nunca o asistir a la escuela solo a hacer desorden con sus amigos, no entregar trabajos y los profesores, aun así, deberemos aprobarlos.
El aprendizaje es un proceso complejo, que demanda, por supuesto, rigor académico, orden en la organización de los grupos, cierta disciplina personal. Los profesores mexicanos tenemos la percepción que nos han dejado toda la responsabilidad de crear esas condiciones, desprendiéndonos al mismo tiempo de herramientas que antes teníamos para poderlas alcanzar.
Los cabellos de colores sintetizan la frustración de observar de cerca tanta displicencia, y en nuestra experiencia, eso solo puede anticipar un fracaso, y soy del grupo que piensa eso, que, sin rigor, sin ese mínimo de disciplina, no hay manera de salir del bache. Sin embargo, ojalá fuera tan sencillo como que todos fueran con el cabello corto y el uniforme limpio.
Pienso en la gran cantidad de colegas que lucen tatuajes, yo mismo espero hacerme en las próximas semanas mis primeras rayas. Esa expresión de la personalidad no hace a los maestros peores maestros, a los doctores malos doctores, ni a quien los portan los hace delincuentes. Y creo que podemos usar la misma referencia con la raza: queremos estudiantes y familias comprometidas, no importa si usan el cabello azul.
Aprender reclama rigor, necesita disciplina. Los maestros necesitamos la facultad de expresar puntualmente el resultado del proceso que vivieron nuestros estudiantes, y ellos necesitan aprender que lo que se hace o se deja de hacer, representan una diferencia en la calidad de vida a la que aspiran. Pienso que todo eso, igual lo podemos vivir con los brazos tatuados o los pelos pintados.
CAC