Por: Vianney Martínez Pérez
Autlán de Navarro, Jalisco. 20 de marzo de 2023. (Letra Fría).- La Sierra de Manantlán ha arropado durante más de tres décadas a Blanca Figueroa, quien se enamoró de sus palmiches y pinos desde la primera vez que sus pies tocaron el área natural protegida. En 2002, a través de la paleoecología, la investigadora reconstruyó cómo lucía la vegetación de la Estación Científica “Las Joyas” hace milenios atrás: encontró polen de maíz que data de 2 mil años.
Para que Blanca Lorena Figueroa Rangel se convirtiera en la experta en biología y paleoecología que es, primero tuvo que salir del vientre de su madre hace 55 años, en Culiacán, Sinaloa. Creció bajo un seno familiar en donde se le inculcó la lectura y la curiosidad, especialmente por parte de su padre, quien, era fanático de los libros.
Los principios de sus padres acompañaron a Blanca en su vida escolar, lo que la llevó a participar en el concurso Rafael Buelna Tenorio, un espacio en donde los jóvenes preparatorianos de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) tienen la oportunidad de demostrar sus conocimientos en las disciplinas básicas de la ciencia: biología, matemáticas, física y química. Durante sus tres años en prepa, Blanca participó en biología y siempre ganó. El premio mayor para la adolescente Blanca consistió en visitar la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“En la prepa a mí me habían enseñado teóricamente qué era una mitocondria, la célula. Yo me imaginaba ese pequeño mundo microscópico hasta que por fin, en la UNAM, pude ver la mitocondria a través del microscopio barrido electrónico. Ahí supe que quería ser bióloga“, recordó.
La investigadora dialogaba de sus inicios en el mundo de la ciencia en la comodidad de su hogar, en Autlán de Navarro.
Sin opciones de instituciones públicas para estudiar biología en su estado, Blanca fue impulsada por directivos de su escuela para continuar su preparación, tenía dos opciones: la UNAM o la UdeG. Ella tomó una decisión. En 1985, Blanca empacó sus maletas y, entre preocupaciones y lágrimas de sus seres queridos, abandonó la ciudad que la vio nacer para mudarse a la capital de Jalisco, con destino a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Guadalajara (UdeG), ahora Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingeniería (CUCEI).
Mientras Blanca dormía por las noches en una casa de asistencia con 22 personas, por las mañanas compartía conocimientos con estudiantes de física y química, quienes cursaron con ella hasta el tercer semestre de la licenciatura. En la universidad encontró a profesores que la encaminaron a desempeñarse en el ramo de la genética, sin embargo, su infelicidad al estar en los laboratorios y su insaciable hambre por conocer nuevos temas la hicieron llegar a una conferencia sobre la Sierra de Manantlán.
“Me enamoré de los bosques y quise estar ahí para siempre. Decidí tener la experiencia de conocer el bosque y aprender sobre él”, rememoró.
Y así fue como Blanca descansó de las probetas y las cambió por botas, explorando la flora de los bosques jaliscienses. Cerro Grande en Manantlán fue su primera experiencia, allí hizo su tesis, pasando por su maestría y doctorado, hasta ahora, después de 32 años, donde su corazón se quedó.
La paleoecóloga sinaloense tiene el grado de profesora investigadora titular “c” en el Departamento de Ecología y Recursos Naturales del Centro Universitario de la Costa Sur (CucSur) Autlán, incorporado a la UdeG. Trabaja en patrones de distribución, espacio temporal de ecosistemas forestales que permite conocer cuáles eran aquellos factores que causaban la diversidad de un ecosistemas; asimismo, reconstruye la vegetación del pasado, teniendo como recurso al polen fósil que existen en los árboles, los arbustos y las hierbas.
Su labor comienza cuando se extraen núcleos de sedimento y quizás nunca termina, porque pasa tanto tiempo para que se llegue a una conclusión aproximada de cómo era un espacio vegetal hace miles de años.
“Aunque se piense que 5 mil o 200 mil años es mucho tiempo, realmente en el análisis científico no lo es. Tampoco es un cambio radical el que se da en lapso que se estudia, más bien son ligeros pero sorprendentes. Lo que es importante saber es que siempre ha habido una afectación de cambio climático en la vegetación, pero ahora, desafortunadamente, los efectos son más acelerados debido a la explotación de los recursos por parte de los humanos para sus necesidades“, explicó.
La falta de presupuesto para las universidades públicas en México ha afectado directamente a la investigadora, Blanca, en carne propia, ha tenido que solicitar apoyo al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) con el fin de obtener un impulso monetario que facilite la indumentaria para sus hallazgos; gracias a su insistencia, el CUCSur cuenta con un laboratorio de paleoecología y cambio climático.
“Tienes que dedicarte a conseguir dinero y administrarlo, lo malo viene cuando ya no tienes tiempo para hacer la investigación que hubieras querido, por eso es que opté por hacer alianzas con colegas de otras universidades”, dijo.
La UNAM es aliada de los paleoecólogos de la UdeG, así como la Universidad de Luisiana y la Universidad Autónoma de Yucatán. Juntas, los académicos de estas instituciones han publicado en algunas de las revistas científicas más importantes del mundo, como lo es la Journal of Ecology.
En el camino de la investigación, Blanca ha hecho y escrito historia en la región.
Uno de sus hallazgos más importantes fue probar, a través del método de la paleoecología, que hace 200 mil años La Estación Científica "Las Joyas" era un bosque mesófilo de montaña, ahora es uno de pino-encino. Asimismo, la vegetación de la Sierra de Manantlán sugirió la existencia de polen de maíz que data de 2 milenios.
“Mi meta es poder seguir reconstruyendo bosques en la región, me encantaría tener un mapa de la historia de la vegetación, al menos de los últimos cinco o diez mil años. Con la sociedad tengo la responsabilidad de informarles que nosotros como seres humanos tenemos la posibilidad de aminorar el impacto sobre la naturaleza; con los conocimientos que se le da a la gente a través de la difusión de la ciencia, cada persona de manera individual toma las decisiones que considera optimas para su futuro”, concluyó.
Cuando Blanca no esté pasando el tiempo entre el bosque y el laboratorio, vivirá para proteger la historia, el presente y el futuro de la Sierra de Manantlán, así tenga que estar en un salón de clases, ofreciendo una ponencia o contando su vida, como ahora.
Edición: Carmen Aggi Cabrera y Mayra Vargas.
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