Por: Esther Armenta
Autlán, Jalisco; 29 de agosto de 2019. (Letra Fría) Tenía los pies calientes y las mejillas hinchadas cuando sonó la primera cumbia. Sonó la cumbia que habla de la vida y sus caminos construidos por ideales que no existen, la que te cuenta que la vida es cruel mientras te obliga a disfrutarla cada segundo dentro de los minutos que suena el acordeón de Celso Piña y su cumbia Los caminos de la Vida.
Una ola de aplausos fue el preludio a la presentación, en 2017, de “El Rebelde del acordeón”, en Palacio Nacional.
Al menos 10 años antes de este concierto ya había escuchado las notas del hombre mexicano que se apropió de la música colombiana. La primera vez tenía los pies calientes y las mejillas hinchadas a causa de la caminata en peregrinación por los caminos de la ruta peregrina, tradición religiosa en el estado de Jalisco, en veneración a la Virgen de Talpa.
En un marzo ardiente por la fe y la temperatura local, fue mi tía abuela quien decidió poner ritmo al bosque con el regiomontano cantando desde el interior de la camioneta, luego de instalarnos en un campamento para suspender la caminata.
A las siete de la tarde el sol comenzó a desparecer del cielo para posar su fuego en el interior de la fogata y en los pasos de mi familia paterna que no profesa la religión católica, pero es devota de la cumbia. Aquel viaje es tradición de las creencias de mis bisabuelos y el pretexto predilecto para bailar en comunidad.
A partir de ese momento, todos se movieron Como el Viento; mi padre el profesor, mi hermana la intelectual, mi tío el apático y mi madre, reina de cumbias, bailaron al son del acordeonista autodidacta que hizo suya la cumbia y el vallenato hasta hoy que el mundo de la música le dijo adiós.
La Cumbia Arenosa me siguió de aquella noche y en adelante sólo para confirmar que nadie puede resistírsele. América, Europa, Asia y África fueron testigos de la certeza y el orgullo compartido en el último twit de Celso Piña; “no hay quien resista a la cumbia”.
Celso siempre dejó ver su orgullo, cuando en cada presentación abría los brazos, con el acordeón en el pecho, luego de pronunciar sus orígenes con un característico “desde Monterrey”.
Los adoptados fueron su orgullo. Su tierra, su música, su barrio, los que tuvieron la aceptación del mundo para sentir la nostalgia y el éxtasis de la vida en una misma nota. La identidad del barrio, fue adoptada por el público embravecido en cada paso de baile de la música que compartió el escenario con lo clásico y lo fino, cuando Celso arremetió contra el acordeón en compañía de la Orquesta de Baja California. Lo vulgar y lo pulcro juntos ante una misma audiencia para comprobar lo que estaba escrito antes del último twit; “no hay quien resista a la cumbia”.
Con 27 discos y la certeza de ser pionero en este género, Celso Piña falleció el 21 de agosto a causa de un infarto. ¡Adiós al rebelde del acordeón!
MA/MA
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