Rieleras y juanes esta Adelita tuvo la oportunidad de escuchar y ser interlocutora por unos momentos de Olimpia Coral Melo Cruz, en un espacio universitario en el que la protagonista del origen y consolidación de la hoy llamada Ley Olimpia que abarca un conjunto de reformas legislativas que reconocen y sancionan la ciberviolencia, compartió su experiencia.
En una era donde lo virtual es paradójicamente de impacto real en la vida de las personas, los procesos de cambio en el reconocimiento de nuevas formas de violentar la intimidad y castigarlas para no perpetuar la impunidad, se hace urgente.
Las casi dos horas en que Olimpia se dirigió a jóvenes estudiantes de Comunicación y Periodismo reunidos para un encuentro Nacional del CONEICC se convirtieron en el repaso de una historia de vida que no tiene desperdicio en materia de aprendizajes de convicción y humanismo.
Convicción y empatía
Me refiero en primer lugar a la convicción de una joven que se atrevió a denunciar la difusión sin su consentimiento de un video que captaba momentos de su intimidad.
Acto de denuncia que, en esta sociedad condenatoria de las víctimas en un marco de cultura de satanización de la sexualidad humana, se convirtió en un proceso de valentía y arrojo al enfrentar a cada escalón del sistema de justicia que la revictimizó y no tuvo empacho –ignorante, morboso o ambos-, en perpetuar acciones de violencia en su contra.
No obstante, quiero hablar del relato que Olimpia hizo de la reacción de su madre cuando en medio de una reunión familiar se enteró por conducto de un hermano de la joven, del video que ya se viralizaba.
En medio del dolor de visualizar su contenido, las preguntas de la madre no fueron de recriminación sino de comunicación para el conocimiento: ¿acaso su hija había grabado ese video para difundirlo? Y al enterarse de que por el contrario fue un acto de intimidad que se dio a conocer para dañarla de manera deliberada, su reacción hizo la diferencia en el desenlace que ahora todos conocemos.
La madre de Olimpia la apoyó.
Sororidad
Reivindicó ante los presentes que la sexualidad es parte natural del desarrollo humano y que la verdadera maldad está en las acciones que buscan dañar de origen, aprovechando la tendencia condenatoria social que casi nunca reflexiona ni es empática, pues no se pone en el lugar de los otros.
“Mata luego averiguas”, era la tendencia bárbara en medio del revoltoso inicio del siglo 20 que aún estaba lejos del reconocimiento de los derechos de todas las personas. Hoy estamos muy cerca del primer cuarto del siglo 21 y las reacciones sociales no pueden ser las mismas.
En el caso de Olimpia Coral Melo el acto de humanismo y sororidad de su madre hizo la diferencia que, junto con la convicción de la propia joven, derivaron en el avance de una estructura jurídica más justa e inclusiva. Considero que todos y todas podemos y debemos aprender de ellas.